Era tres de diciembre, domingo, y Allie esperaba a Bruno en aquella plaza, mientras las campanas de la preciosa Notre Dame sonaban. Esperó, y siguió esperando, mientras pasaban los minutos y con ello las horas y él no aparecía. Allie ya no sabía que hacer, era la última oportunidad que le daba a Bruno para continuar juntos y el seguía sin aparecer, así que decidió volver a casa. Al levantarse del banco y comenzar a caminar por aquella plaza, escuchó una voz que gritaba su nombre. Rápidamente se giró y allí estaba él, corriendo a su encuentro. Asfixiado, le intentó explicar por qué llegaba tarde:
-Por favor, Allie, no te enfades, llego tarde porque tuve que ir a recoger un regalo para una persona especial… -dijo él mientras la miraba fijamente.
-No me des excusas, no llegas un cuarto de hora tarde, ni si quiera una hora, llegas dos horas y media tarde y encima me dices que es por ir a comprarle un regalo especial a alguien que no soy yo… -dice gritándole mientras levanta la mano para pegarle
-Pero Allie, ¡el regalo es para ti…! -le gritaba él mientras ella le propinaba la mayor paliza de su vida.
Pero ella no podía escuchar lo que este decía, ya que no paraba de lanzarlo contra el suelo, el banco, la torre de la catedral, hasta que después de darle tantas veces el cayó al suelo. Allie, creyendo que este ya no vivía, lloró a sus pies, cuando de repente Bruno se incorpora sacando de su bolsillo una pequeña cajita y diciendo:
-El regalo era para ti. Fui a recoger a la joyería este anillo para pedirte que pasaras el resto de tus días conmigo y así demostrarte lo enamorado que estoy de ti.
-Si, quiero pasar el resto de mis días contigo… -le dice Allie mientras le ayuda a levantar y le da un beso como señal de perdón, y así es como esta pareja decidió casarse.