Una mañana, al levantarme,estuve pensando sobre una especie de persona que le gustara hacer todo tipo de magia. No dudé ni un segundo en ponerme a dibujarlo tal y como me lo había imaginado más o menos físicamente y también su forma de hacer magia. Fue algo inesperado. Esa mañana, mientras dibujaba a mi personaje, un enorme viento entró por mi ventana, movió las hojas de sitio y los lápices de color azul cayeron al suelo; todo eso me pareció extraño y a la vez me quedé un poco asustada e impactada, pero yo seguí con mi dibujo.
Después de lo sucedido, dejé a un lado el dibujo y me tumbé en la cama para descansar y leer un libro. Al día siguiente me levanté y vi a un hombre viejo con barba blanca, larga y con mucho pelo; tenía un pantalón azul y una chaqueta larga hasta las rodillas con un estampado de rayas. Me asusté mucho al ver que mis hojas, que había dibujado sobre mi personaje de magia, estaban en blanco y todas rotas. No entendía nada y me acerqué a ese hombre extraño que estaba en la cocina. Cuando lo vi en persona era el mismo hombre que había dibujado en las hojas: no me lo creía hasta que me dijo que me tranquilizara porque él no me iba hacer daño.
Me estuvo explicando todo lo del enorme viento que hubo en mi habitación y que había sido él el que había formado todo ese alboroto con distintos tipos de magia. El hombre me cayó bien, aunque todavía me cueste creer que este personaje sfuera de verdad. Me interesé tanto por el mago que le pregunté cómo era su nombre y me respondió:
-¡Avalantino!
Llevaba muchos años haciendo magia y por diversión hacía locuras y se reía de la gente con sus trucos. Avalantino me enseñó varios trucos de magia, básicamente los que podía hacer y no eran peligrosos. Para convertir una hormiga en persona solamente tenía que gritar una palabra rara que sonaba así: «¡SACAPANÁS!», pero tenía que estar muy concentrada con una venda de color azul con la que me tapaba los ojos.
Ese fue uno de los trucos de magia que me enseñó, pero a este mago se le iba un poco la cabeza; confundía las palabras mágicas con otras palabras de otros trucos o decía que para hacer un truco había que estar también en silencio… pero él tarareaba algunas canciones. Llegó la hora de que el mago volviera a mis hojas de dibujo, pero antes de irse me dijo:
-¡Si sigues mis pasos, llegarás muy alto!
Yo le contesté:
-¡Lo intentaré señor Avalantino! ¡Y muchas gracias!
Sin nada más que hablar me dio su venda de color azul y su gorro de pico verde. Y tras darme esas dos cosas volvió tranquilamente a las hojas rotas y en blanco.
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