La vengadora.

Oscuridad.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero a tener en cuenta el grandísimo dolor de cabeza que me inunda debe de ser mucho. Un olor pestilente emana de mi alrededor y parece meterse hasta por los poros de mi piel. El lecho donde me encuentro esta mullido y un tanto húmedo, como todo mi cuerpo, y a pesar de esto no sé donde me encuentro ni cómo he llegado hasta aquí. De repente una luz cegadora me apunta directamente a los ojos y consigue encandilarme cual sol de medio día. Por un momento que se me hace eterno no puedo ver ni un ápice de lo que me rodea, y cuando por fin aquel foco se aleja paulatinamente de mi campo de visión puedo percatarme de la horrible escena que presencio.

Puede que sean cientos, quizás miles los cadáveres mutilados y ensangrentados los que encuentro a mi alrededor, pero no quiero saberlo. Una mezcla entre repulsión y miedo se adueña de mi.

Mi primer impulso es levantarme de golpe y empezar a correr, sin pensar. Mi único objetivo es dejar atrás aquella masa sangrienta, pero no estoy sola. Aunque no fuesen humanos aquellos seres que ven mis ojos no tengo miedo, ya que puede que todo lo que quiero en este mundo no esté con vida en este preciso instante.

Al cabo de pocos minutos corriendo frenéticamente llego a una espesa arboleda, que me resulta muy familiar. Cerca tiene que estar mi casa, si sigue en pie, claro.

Una ráfaga de tristeza me azota con toda su fuerza. ¿Qué está pasando?¿Por qué no está mi familia conmigo? Y Jack, ¿estará el también junto a todos los demás? Lo último que creo recordar es a Jack a mi lado en el aerodeslizador, a más velocidad de la que debería, haciendo una carrera conmigo hacia mi casa.

Me hubiese gustado tener un futuro prometedor, con el chico al que sigo amando y quizá no vuelva a ver nunca más. Pensé que el corazón se me iba a romper en cualquier momento, y rápidamente mis pensamientos consiguen vagar hacia otra parte. Con la poca fuerza que me quedaba en el cuerpo llego hasta mi casa, que milagrosamente sigue casi intacta.

Inesperadamente escucho un ruido apenas audible, pero hace que me sobresalte. Al mirar hacia atrás veo como una figura se acerca a mí. Pensando que es alguno de esos bichos que antes vi, cojo el cuchillo jamonero preferido de mi padre y apunto hacia el frente para defenderme. Pero una tenue luz revela la identidad de aquella sombra. Un chico alto y con rostro amable me mira fijamente.

Patricia Quesada Torres.

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