Una fracción de Segundo

Fue apenas una fracción de segundo. Lo vi. Me vio. Un cruce de miradas. Una, aterrorizada por el cauce de los últimos acontecimientos. La otra, fría, calculadora. De esas miradas que, una vez contactas con ella, sabes que va a ser de tus últimos movimientos.

Ya nos habían avisado. Acabaría por llegar el momento, pero nadie hizo caso. Y ahora, lo lamentaban, como nunca más lo harían.

Desde el momento en que se empezaron a usar esos trozos de metal para determinar qué era bueno y qué era nocivo para el homo technicae, todo había comenzado a empeorar. No nos dábamos cuenta. En nuestro afán de ser perfectos, nos despreocupamos de mantener nuestra seguridad ante lo que parecía ser nuestro mejor aliado. Y es que, antes de que nos diéramos cuenta, nuestra mejor y más perfecta creación, había descubierto que nuestro peor enemigo, nuestro destructor más peligroso, éramos nosotros mismos. La única manera de salvarnos, era eliminarnos. Borrarnos del mapa. Y, desgraciadamente, no nos queda otra cosa que ocultarnos. Evitar ser descubiertos y, así, esperar que se olvidaran de nosotros tan fácilmente como nosotros nos habíamos olvidado de la ley más fundamental que existe para sobrevivir: Huir. Aunque, en este caso, es mejor decir «No crear cualquier cosa que sea más poderosa y/o peligrosa que uno mismo». Pero ahí está el arma de doble filo humana. El error. Error es volver a empezar. Error es aprender. Pero ahora, no habría vuelta a atrás. No era una fórmula matemática que pudiera borrarse y volverse a escribir. Esta vez, nuestra última esperanza, es que haya vida humana más allá de la tercera dimensión. Quizás en un futuro no muy lejano, alguien o algo encuentre la manera de poder volver al pasado y prevenirnos, pero eso es más bien un vano pensamiento sin lógica alguna, ya que si fuera así, nada de lo que ocurría debería estar ocurriendo.

Y mientras todo esto pensaba yo, raudo, como un rayo en las noches que se veían a través de los techos protectores, salvadores de la lluvia de meteoros frecuentes cada dos silanios, aquella monstruosa pero perfecta creación, se acercó a mi. Y, aprisionándome la cabeza, levantándome del suelo más de cinco palmos, musitó: «Es necesario».

Daniel Leston Marrero 4A

2 Responses to Una fracción de Segundo

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.