Los avances cada vez se suceden más rápido. Un ejemplo sería el desarrollo de los ordenadores y de internet.
Esto es positivo, ya que cuanto más rápido avance la tecnología, más podemos llegar a conocer. Basta con imaginarse la vida en la Edad Media para saber que no era algo agradable vivir en la ignorancia absoluta, trabajando 12 o más horas todos los días simplemente para sobrevivir, para estar ahí el día siguiente, para dejar descendientes que hiciesen exactamente lo mismo que ellos.
Actualmente la revolución tecnológica nos permite no tener que realizar las tareas más peligrosas, tediosas, degradantes y en definitiva odiadas por todas las personas. Es cierto que antes la comunicación directa, es decir, sin usar ordenadores, móviles, etc. Esto era más fluido y las personas se podían relacionar mejor; pero actualmente podemos hablarnos aunque estemos a doscientos mil kilómetros de distancia, incluso aunque una de las personas esté en la Luna, y la otra en el Polo Norte de la Tierra, por poner un ejemplo. Si hace 150 años sucediese algo en un país lejano donde tuviésemos parientes, por ejemplo Argentina o Chile, debíamos enviar cartas que además no siempre llegaban a su destino y que tardaban semanas y semanas en llegar, por lo que la respuesta a la carta tardaría casi medio año en llegar.
De todas formas, es simplemente sentido común. ¿Acaso estaríamos dispuestos a renunciar a la tecnología sólo para volver a tener un poco más de relaciones con otras personas? Algo que ni siquiera sería cierto, ya que las relaciones siguen existiendo y los que se escudan en la frase: Pero ahora nos cuesta más expresarnos en persona. Esto no es algo que debería pasar, simplemente es más cómodo decir eso y seguir usando el What’s Up que relacionarnos de una forma supuestamente más humana.
Además, ¿Acaso no es cada día más sencillo y barato hablar con esas otras personas?
En definitiva debo decir que no se debe temer a la tecnología. Técnicamente no deberíamos ser capaces de crear algo superior a nosotros, ya que eso nos volvería a convertir en más inteligentes que nuestras creaciones. Aunque en el mejor de los casos, (o peor, según como se mire), esto probablemente no pasará hasta que los nietos de nuestros nietos tengan hijos.