No sé por qué recuerdo…

No sé por qué recuerdo el día que fui a comer a casa de mi tía abuela. Era muy pequeño y mi padre me solía ir a recoger al Colegio Pueris a las dos los viernes y me llevaba a la nueva casa de mi Tía Sofía comer. Recuerdo que el primero era un plato de lentejas, en un plato hondo blanco, y que tenían un color marrón claro, no como chocolate, sino muy amable para la vista. Rememorando su sabor ahora me resultaría delicioso pero en ese momento no me gustaba, ahora recuerdo su sabor y me encantaría tener una cucharada en mi boca. Las lentejas eran suaves, aunque yo las repudiara en ese momento, pero con las verduras que las acompañaban estaban bañadas en un líquido aceitoso, que fluía entre ellas y arrastraba a alguna que otra cuando cogía una cucharada. No recuerdo muy bien su olor, pero era embriagante, de este tipo de aromas que a uno alimenta sin haber probado siquiera las lentejas. La mesa en la que estábamos sentados era blanca y cuadrada, pegada a la pared, disponible para tres ocupantes. Tía Sofía estaba fregando o haciendo otra cosa relacionada con la disciplina culinaria mientras su bastón la acompañaba de aquí para allá. No sé porqué recuerdo cuando llegaron sus nietas y yo, muy pequeño, me puse a jugar con ellas y me cogían y daban la vuelta, poniéndome boca abajo, como si hiciera el pino, luego me elevaban hasta la lámpara del techo y la figura de mi tía abuela, con el bastón en la mano, de espaldas a la ventana. Sofía es recriminaba la acción, diciéndoles que me bajaran de las alturas. No sé porqué lo recuerdo, me es un misterio. Pensaba que lo había olvidado.


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