No sé por qué recuerdo la primera vez que la vi -comenzó a decirme la mujer de suaves cabellos con una sonrisa en la cara- Era una tarde soleada, como cada viernes, mi afición era ir a dar un paseo por el parque. Para mi sorpresa ese día tuve compañía. Ya pasaban de las seis de la tarde y por allí no había demasiada gente. A lo lejos, estaban los bancos. Habían distintos grupos dispersados por todo el lugar, menos ella.
-Hola-me atrevi a decirle cuando me acerqué- Tu imagen es bastante curiosa, tantos grupos de personas por aqui y tú te quedas sola.
-Hay veces que es mejor así.
A pesar de empezar bastante mal seguimos hablando durante toda la tarde y parte de la noche. Cuando la saludé su reacción fue de sorpresa. Se notaba que no solían saludarla de esa manera tan directa. Y no le agradaba demasiado esa efusividad. Pero a pesar de todo -me dijo mirandome- conseguimos congeniar. Quizá fuera el destino, pero en aquel parque, bajo el manto verde de la naturaleza y los pájaros cantando, ella estaba allí. Y en ese momento, en ese lugar, estaba yo. Alfred-me llamó- ya sé que no te había contado antes esta historia. Lo cierto es que esa mujer, con el cabello a media espalda y una sonrisa cautivadora, me causó una gran alegría cuando la conoci. Aún recuerdo que la ponía nerviosa. Me hacía mucha gracia, quería dar una imagen de chica dura que se iba como un soplo de verano. Pero sabes, ella seguirá siempre en mi recuerdo. Justo como la conoci.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.