Todo se esfumaba entre mis inseguros dedos que sujetaban los informes del caso actual, ese que tantos quebraderos de cabeza me había causado. Cada vez que pensaba tener alguna prueba, todo se mezclaba y desaparecia como una gota de agua que se evapora con el paso del tiempo.
-Detective Metchengar, creo que es hora que se vaya a su casa y descanse un poco. Ya mañana seguiremos con el caso, no se preocupe.
Me fui preocupado a mi casa y me acosté en la mullida cama. No podía conciliar el sueño.
Al día siguiente, justo antes de ir a la oficina, me pasé por la biblioteca Hemsworz, pequeña pero eficiente ya que alberga una gran cantidad de información para todos los público. Incluidos dos casos sin resolver de la policía.
Me senté en un ordenador, revisando que la pantalla no fuera demasiado visible para los transeúntes.
No había nada que me pudiera ayudar, pero estaba seguro de que algo tendría que haber, el problema era el tiempo.
El reloj ya marcaba las nueve en aquella sala llena de libros. En la entrada ya estaban los estudiantes que ese día iban de excursión a la biblioteca. Había varias filas pero no estaban todos. Albert se había escapado para ir a su sala favorita, la sala de investigación policial. Él no era un alumno típico de su edad, ya con doce años tenía una amplia colección de novelas y sus dotes de observación eran superiores a cualquiera. Como era su costumbre, se fue a la última estantería buscando a su autor preferido. Ya con el libro en la mano estaba a punto de sentarse cuando no pudo aguantar un estornudo. Avergonzado intentó coger el libro que se le había caído lo más rápido posible para no interrumpir a los lectores de la sala pero ya alguien lo había visto.
Metchengar que había aparecido de ronto al lado del niño, le ayudó a recoger el libro.
-La próxima vez intenta que no se caiga nada, este tipo de libros son muy valiosos. No son para jugar.
-Señor, sé perfectamente el valor de estas novelas, para mi no es un juego, es mi pasión -Le dijo Albert de manera seria.
El detective observó al infante de manera gradual, de arriba a abajo, estudiando cada facción de su pequeño cuerpo que deseaba tener el problemático trabajo que tenían los policías.
-¿Qué es lo que te interesa exactamente? Es un trabajo complicado, no hay posibilidad de error.
-Lo sé- le respondió con voz firme- Y es por eso que me gusta tanto, soy observador, meticuloso y además, puedo razonar sin problemas, para ser policía esas cualidades no están nada mal, no me lo negará.
Sorprendido por la respuesta del niño el detective lo miró desafiante. No sabía como un niño tan pequeño podía sacarle de sus casillas así. Pero entonces se le ocurrió cómo seguir esa conversación que parecía más un debate.
-Dado que estás tan seguro de tí mismo y piensas que tus ‘’cualidades’’ pueden ayudar a cualquiera en el campo de la investigación, me gustaría verlo por mí mismo. Dime algo que lo demuestre.
-Es muy sencillo, usted parece el típico caso de un policía frustrado. Aunque le cueste admitirlo, sus ojos delatan que le sorprendí con mi firmeza.
-Para ser tan observador has olvidado fijarte en algo muy importante. Tu clase ya se marcha de aquí -Le dice señalando por la ventana hacia la guagua que salía del aparcamiento.
-Y como buen agente de la ley me llevarás contigo para no dejarme solo-le dijo el niño poniendo un poco nervioso al detective.
-De acuerdo, te llevaré conmigo para que aprendas un poco.
Después de unos veinte minutos caminando llegaron a la comisaría. Pasaban de las doce y media cuando entraron por la puerta principal. En ese momento, el detective escuchó un gran grito proveniente de la oficina principal.
-¡Metchengar ven aquí ahora mismo!-se escuchaba gritar al comisario.
-Quédate aquí o mi jefe se enfadará si te ve -le dijo a Albert- Y mejor no toques nada.
Con esa advertencia el detective entró a la oficina. Mientras tanto el niño que por puro aburrimiento paseaba por el lugar, encontró una pizarra magnética con las distintas fotos de los sospechosos del caso y algunos papeles que parecían los informes.
-Mmm..si según dice aquí los crímenes tenían muchos parecidos entre sí esto está mal planteado -pensó para si y empezó a mover las fotos para recolocarlas- Exacto, la clave está en el lugar y en el por qué.
-Veo que no haces caso a lo que te dicen- Le dijo el detective saliendo de la oficina junto a su jefe-¡Te dije que no tocaras nada!
-Espera-dijo Albert- El caso estaba mal planteado. Para encontrar al sospechoso primero hay que tener muy presente los detalles. El lugar es la clave. Siempre actúa de la misma manera, como todos los criminales pero ¿qué lo diferencia del resto? los lugares. Son sitios muy exclusivos, casi desconocidos para la gente de clase media.
-El chico tiene razón-inquirió el comisario mirando al detective- tu caso necesitaba una visión distinta. De ahora en adelante quiero que trabajes con el chico. Te vendrá bien otro punto de vista.Enséñale lo que tengas del caso.
Sin poder objetar nada y obligado el detective se fue a su puesto con el chico. Sacó todo lo que tenía archivado y las pruebas que se habían encontrado.
-Como ves el criminal es bastante inteligente. Limpia todas las posibles huellas y cuida mucho el tiempo y la forma de hacerlo. Por lo que tenemos registrado ya ha realizado cuatro crímenes, el primero fue un robo de un cuadro que acabó en el asesinato del segurata que estaba en la galería de arte. Los demás también fueron asesinatos. Todos en menos de quince minutos por lo que hemos oído de los vecinos.
-¿Y cómo saben que es él?
-Porque hemos encontrado en todos los lugares del crimen el mismo objeto, una flor escarchada de color plateado. También hemos descubierto algunas fibras de color rojo, según el laboratorio son de un pañuelo hecho con tela egipcia.
-Ya veo que sigue un juego peligroso. Yo le haría una broma pesada para que no lo vuelva a repetir.
-¿Qué clase de broma?- preguntó algo confuso el detective- Esto no es un juego.
-Algo que le pare, que se crea que lo está haciendo bien pero después detenerlo en su propia mentira.
Tras la propuesta inocente del niño el detective se quedó pensando. Sabía que sin algo de ayuda nunca resolvería el caso y que la solución del niño de algún modo podría servir. Tan sólo tendría que utilizar un poco de psicología.
-Está bien, haremos esa bromita pesada como dices tú pero a mi manera. Planearemos una escena del crimen falsa y allí lo detendremos.
Durante toda la tarde planearon lo que harían. Iban a pedir ayuda a algunos medios de comunicación para publicitar un evento falso y también pedirian la colaboración de algunos miembros de la plantilla para que actuaran. Todo estaba previsto para la semana siguiente.
El plan era sencillo, todos iban a colaborar para crear una exposición de un supuesto pintor famoso que al estar muerto, tenía cuadros de gran valor. Todo era mentira, los cuadros eran réplicas y la gente policías de paisano. El miércoles estaba todo preparado, estaban todos en sus puestos vigilando que la galeria estuviera en orden. En la entrada había un libro de visitas, un detalle que hacía más creíble esa fiesta exclusiva. Albert estaba junto al recepcionista hablando de lo que harían ese día. Al fondo, casi en la entrada estaba un hombre alto, vestido de manera elegante. Por su actitud se notaba que estaba acostumbrado a los eventos de ese estilo.
-Oye David, vigila a ese hombre del fondo, me trae muy mala espina.
Con ese comentario el agente se quedó serio. El niño tenía razón. Además él sabía que ese hombre no era de la plantilla de policía.Cuando se dio cuenta, este se dirigía a recepción. Actuaba de manera aparentemente normal.
-Bonito pañuelo señor- soltó Albert- parece de una tela muy suave.
-Pues si, tienes buen ojo chico, este es una prenda muy especial, se fabrica con una tela egipcia difícil de conseguir.
El plan seguía su curso. A media noche se apagaron las luces. Nadie se lo esperaba. Cuando consiguieron recuperar la luz el señor del pañuelo rojo estaba en el suelo con un cuchillo de ocho milímetros en la mano. Tenía los cordones atados entre sí.
-Pe..pero..lo tenía todo planeado -farfullaba tendido en el suelo- Ese maldito crio me la jugó.
Todos los policias estaban sorprendidos, no comprendian lo que había pasado.
-No se preocupen -empezó a decir el niño- la solución más simple fue la mejor. Vi que tenía un pañuelo rojo muy llamativo. Justo como el de las fibras que encontraron. Cuando estaba distraido hablando con los demás miembros de la sala, aproveché para atarle los cordones entre si. Sabía que a las doce se apagarían las luces ya que en los demás casos había ocurrido igual. Su truco era un temporizador en la caja de los fusibles.
-Bien hecho chico -Le dijo el detective dándole la mano- Reconozco que te juzgué, ahora toca la mejor parte, interrogarlo.
-Es verdad, hay que ver por qué lo hizo. Espérame aquí, voy a descubrirlo a mi manera.
Acto seguido el niño fue a donde estaba el criminal. Con voz inocente le empezó a hablar.
-Sabe señor..
-Fleishman
-Señor Fleishman me gusta mucho las historias de acción pero esto ha sido genial. Me preguntaba cómo lo ha hecho y también por qué.
-Bueno la verdad que no me costó mucho -dijo con voz orgullosa- soy hijo de unos padres con mucho dinero y me muevo en un ambiente de clase social alta. Conozco muchas cosas del arte de alto status. Me aburria de tenerlo todo hecho y de la falta de atención que me daban muchas veces.Decidí robar uno de los cuadros más valiosos que tenía el mejor amigo de mi padre. Todo me iba bien pero un segurita del recinto se metió en mi camino. Y salió mal parado -dijo con una sonrisa triunfante- Las otras veces mataba por seguir sintiendo esa adrenalina. Dejar la flor escarchada me parecia muy gracioso, era una pista falsa en medio de tanta confusión para la inteligencia policial.
-Pero ahora está aquí, fastidiado por un niño que podría ser su hijo.
-Aunque seas un granuja, he conseguido lo que quería, ahora mis padres no están todo el día pasando de su hijo.
Con esa pequeña confesión, detuvieron al señor Fleishman. Gracias a la inocencia de Albert el detective había conseguido resolver el caso y sabía que de alguna forma se lo iba a agradecer..
-Muy bien -dijo el detective mirando al niño sentado en su silla – por hoy puedes estar en mi oficina ya que quieres aprender el oficio.
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