1878 y las calles de Sevilla permanecían solitarias, esperando a alguien que las arrancara de la sombra de la noche, un solo sonido que representara la vida que aun se escondía del reino de los sueños. Sin embargo, ese sonido no fue el esperado.
El grito de una de las mujeres nobles de la ciudad estalló y se desvaneció al instante, no sin antes atraer la atención de los curiosos que notaban su tranquilidad asolada. La escena que contemplaron era el río rojo que recorría desde el acero clavado en la carne hasta los cristales rotos hallados en el suelo y la expresión de desesperación de aquel cuerpo inerte. Algunos creyeron ver a alguien huyendo de todas esas almas nocturnas, del epicentro de aquel trágico escenario donde ahora yacía el cuerpo sin vida de la remitente de aquel sonido. ¿Sería partícipe de aquel suceso? Sin embargo, escondido de los acechadores, ya no tenía que preocuparse de las consecuencias. Jerico era el nombre de aquel ente y la pobreza como motivación de sus actos; era uno de los más reconocidos entre los ladrones que buscaban una manera de seguir adelante o, simplemente, aprovecharse de sus propias artes para experimentar la riqueza que otros malgastaban, pero eso no quería decir que estuviera satisfecho con aquel modelo de vida: quitar lo que otros han ganado, robar vidas si es necesario, ¿a cuánta gente habrá asesinado? La forma en la que le enseñaron a vivir era muy diferente al desacato de las leyes pobremente dictadas por los monarcas, sin embargo esa vida era la única que le quedaba luego de perderlo todo en disputas: el dinero, la familia, el amor… solo le quedaban las descosidas telas que una vez sirvieron de cortinas en sus enormes ventanas pero, ¿qué podía hacer él para cambiar todo eso en una sociedad movida por la sangre, la riqueza y el estatus social? así fue como pasaban sus días, pensando en una utopía en la que, algún día, esperaba despertar.
Las cosas no fueron para nada fáciles: el fuego en las chozas, los llantos alojados en cada esquina de cada calle, el frío sonido del dinero cayendo al piso, la sangre que salpicaba en cada prenda; no eran más que un escalón que un solo hombre debía escalar para tirar abajo todos los ideales de ese entonces; la revolución había llegado.
Brian Daniel Pontón Segura
I.E.S. Isabel de España
Holstee manifesto: «If you don’t like something, change it».
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