Cualquiera en su sano juicio no podrá negar que vivimos en una sociedad de seres fríos, más que fríos, congelados; más que congelados, gélidos. Personas de cristal, que a la vez son frágiles, fáciles de romper cual hielo. Como la persona cuyo corazón espera sentir esa calidez añorada que un día sintió. Y no es mentira cuando se dice que el amor es reconfortante, para el que lo siente, claro…
Un abrazo cálido, junto a tu otro par de calcetín o al abrigo de sus latidos irregulares.
No me culpes por ser fría solo estoy hueca por el vacío que me dejaste. Así que, perdóname por no amarte como es debido, una vez sentido el calor de sus brazos, el deje de un amor abrasador que se ha apagado me quema por dentro. Al fin y al cabo, caí por él y me enamoré. Me enamoré hasta de las letras de su nombre, de sus defectos, de su ternura disfrazada de frialdad. Y es que no sigues igual con el corazón roto.
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