El renacer de un corazón roto.

Todo lo que mi corazón necesitó para sanar fue su presencia; la manera en la que sus marrones ojos se posaron fijamente en mí fue suficiente para entrar a otra realidad. Fue como si, ante mis ojos, se hubiera abierto una puerta hacia otro mundo, y mi corazón hizo algo que no sabría muy bien describir, pero que se sintió como si saltara de un lado a otro.

Fue tanto para mí… fueron demasiadas emociones y mi instinto me pedía a gritos que le besara y le dijera lo valioso y querido que es.

No sabría decir si es amor o no, pero sé que me hace sentir como si fuera una persona nueva. Como si todas mis piezas rotas se unieran de nuevo en cuanto me mira o dice mi nombre. No es muy común que lo haga, pero cuando lo hace… ¡ay, cuando lo hace! Siento como si mi nombre, de repente, fuera otra cosa y estuviera escrito en seda. Su voz es el sonido más calmante que he escuchado jamás, al igual que su risa. Dios, su risa es de lo peor. Es escandalosa y hace que se ponga rojísimo e incluso termine en el suelo retorciéndose. Es comparable a una desacorde melodía; es hermosa y a la vez no, y es lo único que quiero escuchar por el resto de mi vida.

Y creo que el problema erradica ahí: en que preferiría escucharle reír y hablar sobre todo y sobre nada durante horas, que escuchar mi canción favorita en repetición.

 

Sofía Núñez.

Comentarios

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.