Los cuentos de la inocencia I
I.
En el ocaso de mis días, el lobo que se acerca, acompañado de una triste tormenta.
Una marcha tenebrosa y lenta. Un sabueso de humo negro con enloquecedores ojos violeta, y garras de madera brillante.
Ya se acerca, puedo oírlo en el pasillo, va rasgando con cada paso la alfombra teñida con el carmesí de mi sangre. ¡Se detiene!, y emprende la marcha, subiendo la tortuosa escalera a mi cuarto, oigo sus pesadas garras rasgando el suelo, y sus dientes resonando por el denso aire.
Ya no queda tiempo, ya no queda tiempo para lamentarse.