Que sorpresa en una noche desagradable cuelga de árbol de mi villa un cuerpo moribundo. Lleno de pecado, sus pies no volverán a tocar el suelo, sus labios se despidieron con el beso a la muerte, y el saco de resplandeciente oro que brutalmente tiene encallado en la garganta, servirá por las molestias de aquel vasto estropicio.
Solo al acabar la noche, junto a aquel árbol colgado me recuesto mirando el oscuro cielo que ya no es azul para mis ojos ni para los de la noche, mirando las estrellas que forman los dibujos de un loco perturbado e imaginativo cuerdo.
¡¡¡Acaba!!!, y obtén tus ultimas monedas, al descolgarme y venderme al carnicero, por exhibirme como carne de cerdo
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