Un cachito de cielo fue lo que me encontré hace casi 4 años cuando llegué por primera vez.
Y, aunque en esa ocasión no me quede todo el taller, los años posteriores me descubrieron el resto de ese cachito de cielo. Expresarse libremente, liberar todo lo que tienes reprimido, esas divertidas clases que nos descubrían cada vez más… este año tenía el desagrado de que sería el último aquí, sin embargo, fue el pasado. Quería comprometerme este año, decir «es el curso más duro, pero el último en el que podré disfrutar esta experiencia» pero esa determinación no sirvió para nada. La decisión de no apoyar el taller, de cortarnos las alas, la de limitarnos al pensamiento que nos inculcan en las clases, quien haya hecho eso merece que caigan sobre él todas las flechas de los soldados de todos los reinos, que le abrasen las llamaradas de mil dragones, que experimente la pérdida de sí mismo y se sienta desolado. A aquél, o aquellos, que han tomado esta decisión, gracias por alejarme de este maravilloso cielo.
Y, de todo corazón, gracias a Julio y a todos mis compañeros, por haber hecho de estos años los mejores aprovechados de la secundaria.
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