La gran belleza

Ignora nuestra presencia, dedíquense súbitamente al placer mundanal de la carne.

Muérdanse, pellízquense, expulsen gemidos que hagan latir los tímpanos.

Sean humanos por un momento y olviden el tiempo, la existencia, las miradas criticonas faltas de este pecado carnal lleno babeante placer.

Retuerzanse en el lecho a la luz, pues esconderse no deber, tienen que verse, mirarse, saber la reacción de la  piel al pasar la mano por los artilugios lujuriosos.

Observa  sus ojos, ve como sus pupilas se disipan.


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