Autor: Brian

  • Hasta siempre, escritura creativa

    Un cachito de cielo fue lo que me encontré hace casi 4 años cuando llegué por primera vez.

    Y, aunque en esa ocasión no me quede todo el taller, los años posteriores me descubrieron el resto de ese cachito de cielo. Expresarse libremente, liberar todo lo que tienes reprimido, esas divertidas clases que nos descubrían cada vez más… este año tenía el desagrado de que sería el último aquí, sin embargo, fue el pasado. Quería comprometerme este año, decir «es el curso más duro, pero el último en el que podré disfrutar esta experiencia» pero esa determinación no sirvió para nada. La decisión de no apoyar el taller, de cortarnos las alas, la de limitarnos al pensamiento que nos inculcan en las clases, quien haya hecho eso merece que caigan sobre él todas las flechas de los soldados de todos los reinos, que le abrasen las llamaradas de mil dragones, que experimente la pérdida de sí mismo y se sienta desolado. A aquél, o aquellos, que han tomado esta decisión, gracias por alejarme de este maravilloso cielo.

    Y, de todo corazón, gracias a Julio y a todos mis compañeros, por haber hecho de estos años los mejores aprovechados de la secundaria.

  • El día más extraño

    Nunca imaginé lo bien que se siente salir de la ciudad, tumbarse en el césped en mitad de la noche y mirar el cielo estrellado: cada una de las luces en el firmamento brillaba con una intensidad distinta;  había una que me llamó la atención por su gran tamaño y habría sido aun más tranquilo de no ser que…

    -¡Azul! ¡azul! ¡compre sus hamburguesas azules condimentadas con arándanos azules y cereales Estrella azules!

    ¡¿Se puede saber qué hacía un vendedor ambulante en una colina completamente solitaria?! ¡¿y qué era eso de «hamburguesas azules con estrellas azules»?! ¡debería haber llamado a la policía, seguro que era otro de esos viejos verdes que buscaban atraer niños a su «tierra de la comida azul»! Decidí pasar de él y volver a mirar a aquella estrella… pero ahora se me asemejaba a una hamburguesa. Azul. Con estrellas azules encima. Y no paraba de oír a aquél tipo gritando «¡Azul!«. Odio mi vida.

    A la mañana siguiente seguía oyendo ese «¡Azul!» en mi cabeza, así que decidí tomar un baño para aclararme… ¡y vaya peste! Al mirar por el agujero del desagüe, casi podía ver como unas lineas verdes del «mal olor» salían de sus entrañas; sin duda, era el círculo de los malos olores. Casi caigo desplomado, ¡estoy seguro de que el gobierno podría usar esto como arma química! Salí corriendo a por un poco de líquido anti cal y algo de menta para aliviar ese infierno olfativo y luego de terminar mi ya no tan placentera ducha, arreglarme y partir hacia la calle, una leve voz recorrió mi oído e hizo temblar mi espina dorsal.

    – Me gustan los chicos jóvenes y… sin ropa.

    ¡Por Dios! ¡mis hormonas se dispararon al sentir esas palabras en mis oídos! ¡era la cosa más sensual que me había pasado en toda la semana! pero para mi desgracia, no se trataba de nada más que una broma callejera hecha por unas personas con poco respeto hacia la vida sexual de la gente. Como compensación, me regalaron un melocotón que compraron en la frutería de al lado; no sabía que un melocotón podía ser tan… ¿metálico? se sentía como si estuviera sosteniendo un imán enorme, aunque no pesaba nada pero claro, ¿por qué me iba a fiar yo de alguien que hace nada me gastó una broma? ese «melocotón» era en realidad una esfera que de repente se abrió y soltó un olor casi tan terrible como el de mi bañera, dejándome atontado y haciéndome correr mientras aquellas horribles personas se reían a más no poder mientras me grababan. Tomo nota: los círculos son horribles y huelen a cloacas.

    Caminando mientras ocultaba mi rojiza cara por las calles de Manhattan, oí como una madre tranquilizaba a su hijo, que se había puesto a llorar luego de ver a un publicista vestido de un Bob Esponja anaranjado y macabro -era, sin duda, el peor disfraz del mundo- mientras el enorme personaje de dibujos se sentaba en un banco a reflexionar sobre su carrera artística, asumiendo que no tenía futuro con los niños. El bebé seguía llorando y yo seguía mirando al mal disfrazado Bob mientras parecía que este también lloraba; no sabía que las lágrimas podían ser tan… anaranjadas y esponjosas, pero no aguantaba más esa escena tan dramática y casual así que intenté pensar en algún sitio donde ahogar mis penas: ¡Eureka! ¡el teatro abandonado! ¿qué mejor destino que una sala enorme y solitaria donde relajarme un momento?

    Ingenio de mí al pensar eso. Aunque el tener esa idea me produjo una ligera satisfacción en mis partes genitales… debería ir al psicólogo.

    Al llegar por la puerta trasera -la única que no estaba cerrada con candado- y plantarme en escenario, mi cara de asombro no daba para mas: ¡había un maldito big foot con la gorra de los New York Yankees puesta y un perrito caliente -lo peor de todo: solo llevaba mostaza- en la mano! ¡esa cosa se giró hacia mí y me ofreció un bocado! ¡Un. Big. Foot! pero listo de mi, en vez de salir corriendo de ese lugar -que es lo que debería haber hecho- le presenté a mis dedos: Eustaquio (meñique), Fernandino (anular) Caralmendra (corazón), Mr. Smith (índice) y Jhonny el solitario (pulgar), y luego de presentárselos de la forma más cordial posible, los escondí a todos menos a Caralmendra… ¿¡A quién se le ocurre hacerle eso a un big foot en Manhattan?! ¡se levantó corriendo y vino hacia mi a toda velocidad! que suerte que dos agentes policía me habían visto entrar al teatro y me siguieron; detuvieron a esa fantasía de los conspiranoicos y me llevaron a comisaría a hacerme un par de preguntas.

    Me llevaron a una sala con dos micrófonos, donde me esperaba cualquier cuestión menos las que me hicieron:

    -Bueno, así que te gusta estar en sitios prohibidos y pelearte con seres fantásticos, ¿qué piensas de Donald Trump?

    -¿Qué?

    El policía apartó el micrófono me dijo en voz baja:

    -Verás chaval, estamos en mitad de las elecciones y la opinión del pueblo es importante, necesitamos entrevistar a cuantos más, mejor.

    -¿Pero eso que tiene que ver con…

    -¡Bueno! ¿vas a responderme?

    -…pues la verdad, es un imbécil: solo sabe hablar de que Estados Unidos es el mejor país del mundo, que hay que echar a todos los que nos sean de aquí, que odiemos a los mexicanos y que todos los peluquines rubios son geniales. Si tuviera que desearle algo, es la vida mas larga y agonizante que haya tenido nadie en su vida; es casi tan odiable como el dictador este chungo de Corea del Norte.

    -Vaya, que… inesperado, en todo caso, ¡gracias por tu contribución! En agradecimiento, te dejaremos transmitir por radio cualquier canción que elijas, ¡todo el país escuchará tu melodía!

    Estaba ya harto de todos esos sucesos extraños, harto de toda la gente a mi alrededor y con una ira contenida que me quería hacer explotar, así que sin cortarme solo respondí:

    -Revolution 9, de The Beatles.

    Cuando volví a casa, podía ver como todo el mundo apagaba sus radios o las tiraba por la ventana; les di la satisfacción de dejar la dependencia a esas tonterías de programas y no volver a hablar de Donald Trump en lo que quedaba de día, me sentí un héroe, pero mejor me sentí cuando por fin pude acostarme a dormir y dejar pasar lo que sería el día mas extraño de mi vida.

     

    Reto «la piscina».

  • Recuerdo a media noche

    No sé por qué recuerdo… de hecho, ¿desde volvió a estar ahí? No sabría explicar bien los motivos, pero se hizo un hueco en mi cabeza.

    Habíamos salido esa noche a pasear toda la clase; contábamos relatos de miedo, cuentos de piratas, cantábamos canciones alegres y comimos helados en la playa. Todo era perfecto, pero no más perfecto que la chica que tenía al lado: llevaba el pelo recogido en una coleta a un lado de la cabeza y su piel blanca brillaba cada vez que la luz la tocaba. Llegamos todos al parque y nos juntamos para cantar una de esas canciones sobre barba negra, sus múltiples tesoros y ron, pero ella se había quedado lejos, mirando como desafinábamos en lo que era la canción más simple y de mal gusto del mundo, pero ella sonreía, era feliz. De vuelta al campamento, se puso a mi lado y comentamos el mal gusto de los monitores a la hora de elegir canciones, nos reíamos de cómo algunos chicos intentaban mejorar aquél canto «angelical» y esperamos ansioso a la actividad que haríamos al día siguiente. Puede que sea culpa del horripilante helado de ron con pasas que comí antes o el hecho de que caminar con sandalias y pantalones cortos al lado del mar por la noche no era la idea más lúcida del mundo, pero un escalofrío me recorrió el cuerpo, como si una racha de viento compuesta por nano cubitos de hielo entrara directamente en mi espalda, pero con  solo girarme y mirarla a ella volví a sentir el calor que me llenaba cada vez que estaba con ella.

    Nosotros, la Luna y su sonrisa, era todo lo que necesitaba.

     

    Reto «epifanía».

  • Un mensaje: esperanza

    En el transcurso de nuestra vida hay varias fechas, fechas marcadas que a su vez nos marcan de alguna forma u otra, a veces son sucesos que no querrás olvidar, que te sacan una sonrisa cada vez que piensas en ellos, pero otras veces solo consiguen pintar el mundo de negro, poniendo un oscuro antifaz ante tus ojos durante mucho tiempo.

    ¿Qué debes hacer? ¿cómo puedes escapar del dolor de esas fechas oscuras? Lo sabes, todos debemos cargar con ellas tarde o temprano, pero aun así te das por vencido y decides tomar la solución más fácil pero, ¿Es la solución más correcta? Por muchas cosas peores que hayas pasado te duele, por muchos baches que hayas superado te volverás a hundir, y debes hacerlo: debes experimentar ese bajón porque es parte de nuestras vidas, sin embargo, cada vez que caigas no significas que no te puedas levantar. Nosotros soñamos con alcanzar el espacio, y ese sueño llevó a muchas de las catástrofes mas terroríficas que hemos sufrido; cientos de vidas, años de desarrollo, sumas incontables de dinero, todo perdido por una meta común, pero ¿sabes qué? nos levantamos y lo seguimos intentando, aun sabiendo todos los errores que cometimos, porque ese sueño era tan dulce y hermoso como para abandonarlo y tirar la toalla, ¿por qué no puede ser lo mismo con el amor? ¿o con la amistad? no, no hay diferencia entre mandar un humano a la Luna y enamorarte o tener a alguien cerca de ti, a veces habrá que luchar y dolerá, pero tienes que aguantar y seguir adelante, porque todos lo hicimos, porque tras cada momento malo se esconde una gran felicidad y porque las soluciones fáciles son solo ilusiones. En 1969 conseguimos ese sueño, y tú, ¿podrás volver a levantarte y alcanzar el tuyo? no te rindas, siempre hay esperanza

     

    -Para aquellas personas que estén pasando por un momento difícil, sin excepción alguna: un humano como tu.

  • Haiku «Sal marina» y «Espontáneo»

    Flotando en la corriente

    el mar tiñe de blanco

    y rompe en las paredes con las olas

    Perturba ese instante

    y ahora lo convierte en otro

    como si hubiera encendido una luz

  • Las aguas del recuerdo

    No recuerdo que edad tenía, no recuerdo que hacíamos allí, pero lo que si recuerdo era aquella imagen, aquellas palabras que mi padre me había regalado en aquél entonces.

    -Papá, ¿por qué el agua de este lago es verde?

    -¿Quien sabe? Puede que simplemente se haya cansado de ser azul o puede que alguien la haya teñido a propósito.

    -¿Por qué alguien teñiría el agua?

    -Quizás para recordar algo, ¿no tienes nada que quisieras que esté contigo el resto de tu vida?

    Mirando el lago, pensé en la cuestión que mi padre me había planteado, ¿qué sería tan valioso como para teñir el agua de verde? quizás en ese entonces incluso yo mismo encontrara la respuesta, pero han pasado tantos años que no recuerdo cual era, ¿de qué servía todo aquello si no me recuerda nada? he vivido con la duda de qué pieza del puzzle es la que está teñida de ese color, pero nunca me he aventurado a buscarla. Quizás mañana vaya a ese sitio, quizás encuentre ese lago; quizás encuentre ese recuerdo.

    Era un día especial para uno de nosotros; entre amigos, fuimos a celebrarlo y pasarlo bien, pero había algo que tenía mi cabeza distraída desde mucho antes y no era más que perseguir aquél lugar que tan fugazmente aparecía y desaparecía de mi memoria. Escalé colinas, bajé por los inclinados caminos y recorrí largas distancias bajo la fría lluvia en busca de aquello que era tan importante, ¿cuál era el recuerdo que esas aguas guardaban para mí, papá? Los árboles de por allí vestían una blanca capa de telas de araña y las hojas mustias obstaculizaban cada vez más mi camino, pero nada me detuvo en la búsqueda; no había nadie esperándome, no había una hora de regreso, éramos solo yo y mi objetivo. Pasaron las horas hasta que, detrás de una gran roca, se descubrió ante mí aquello que en tantas ocasiones había anhelado: un gran hoyo relleno de un líquido verdoso que se iluminaba a contra luz, una vida pasada que me volvió a encontrar después de haber aparecido tantas veces en mis sueños. Me senté allí, observando el lago, comparando la imagen que tenía aquél entonces con la que tengo ahora, y por fin lo descubrí: el recuerdo que le había prestado a aquellas aguas era algo tan doloroso que, inconscientemente, quise olvidar pero a la vez no quise que desapareciera. El reflejo de esas aguas eran el reflejo de un alma que había desaparecido de mi lado hace tantos años, una parte de mi corazón que me había abandonado y que mucho me costó en aceptar. Satisfecho, pero melancólico, abandoné aquél lugar no sin antes darle como préstamo otros de mis más preciados recuerdos, para que, más adelante, vuelva a ir en su búsqueda: ese recuerdo era todo aquello que había formado parte de mi vida hasta entonces y que atesoraba más que a la más grande joya existente.

    -«Gracias por mantener mi memoria a salvo, adiós».

     

    Relato de los recuerdos