Categoría: Relatos 2015

  • El pequeño Dios

    «Desde pequeño tuve un don. El don de crear y destruir, imaginar y llevar esas cosas a la realidad. Una realidad que solo existe en mis audífonos, unos audífonos más especiales de los que otros piensan y yo soy el único que puede usarlo, que puede manejarlo; el único que puede imaginarlo. Dentro de él viven, nacen, mueren, se olvidan y son olvidadas, piensan, sienten y son amadas todas y cada una de las cosas que creo y destruyo pues yo, soy su Dios.»

    IES Isabel de España

  • Perdón

    Desde que tengo memoria, siempre he sido de esas personas que ayudan a sus amigos a costa de uno mismo, sea donde sea, en un videojuego, en las tareas o incluso en cosas mucho más triviales. Siempre he sido así, aunque en ocasiones me llegue a ocasionar mucho daño. La vida en la adolescencia se parece a una persona: dura y mientras lo hace, puede ser increíble o nefasta, pero cuando se va, solo quedan los vestigios de lo que un día fue… en tus recuerdos.

    Y es por eso que nunca le di mucha importancia a mis emociones; cuando me enfadaba, me calmaba; cuando me entristecía, pensaba que tan rápido dejaría de estarlo; cuando me enamoraba, simplemente rechazaba ese sentimiento. Y es esto último lo que me enseñó salir de aquella relación, junto con todo el dolor que me fue impregnado hasta día de hoy. Por eso, esta vez quise dejarles el amor a los demás, pues lo que yo sienta dejaría de existir tarde o temprano. Pero hay alguien a quien no tuve en cuenta: el yo que vive y siente el «ahora». Soy cosciente de que lo he vuelto a hacer; enamorarme, pero mis deseos de alejar de mi esos sentimientos y dárselos a los que merecen una oportunidad era demasiado grande. 

    Por eso, pensando desde el presente y escribiendo desde el futuro:

    Perdón, Brian. Perdón por hacer que te falte el oxígeno cada momento, perdón por inundarte de dudas y, sobre todo, perdón por menospreciar los sentimientos, por muy efímeros que sean.

                                                                                                IES Isabel de España

  • El alma del colgante.

    Me detengo delante de la puerta. No sé si estoy preparada para hacerlo ni que espero ver. ¿Qué más puedo perder ahora que no tengo nada? Mi conciencia me ayuda a dar un paso adelante, uno ya de tantos. Su mano atrapa la mía y yo entrelazo mis dedos entre los suyos, sintiéndome así más cerca de él mientras las hojas de los árboles se separaban de sus ramas. Dentro de la habitación solo se siente soledad, oscuridad, tristeza. Noto como el frío me abraza los huesos y me muerde las mejillas, ahora más que nunca me siento sola. Él tocando su guitarra mientras yo leía, o eso aparentaba, porque la verdad era que me encantaba mirarle tan feliz haciendo lo que de verdad le gustaba. Observo minuciosamente el interior de la sala, ningún mueble parecía muy diferente a otro, demasiado antiguos como para considerarlos reliquias. Lo único que destacaba de entre toda la habitación fue un colgante como si estuviera colocado así intencionadamente. La manera en la que su mirada me decía te quiero, antes de besarme, siempre con una sonrisa sincera. Me acerco a recoger el colgante con cuidado. Es precioso, sin duda debería quedar muy bien puesto. Me pase el pelo a un lado y me puse el colgante, hasta entonces no me había fijado en que podía abrirse “Ma raison d’être. Vous êtes et vous seres”. Había una foto mía. De pronto deje de sentir el frío. Cuando se enfadaba conmigo la abrazaba muy fuerte hasta que acabábamos riéndonos. Me doy cuenta por el rabillo del ojo que vuelve a mirarme, su mirada fija en mi hace sentirme una persona afortunada. De todas, ella es la mejor chica que he conocido nunca jamás. La quería. La quiero. De pronto me quedo allí completamente pasmada. Es irónico que por fuera este totalmente paralizada cuando por dentro el corazón me iba a ochocientos ocho pulsaciones. Había visto las memorias de alguien que no era yo…pero me había visto a mi misma en ellos. Y por primera vez desde su muerte le sentí a mi lado, tan fuerte, que lo sentía vivo en mí. Su alma conmigo.

    Isabel De España.