Con unas mejillas escarpadas por el frío, y cabellos adormecidos por el mal tembloroso, camina sobre la blanca nieve sin vida.
Ella huye descalza de la melancolía, arropada por sus sueños. El camino se pierde, el camino ya no existe pues la nieve lo tapa. Mientras el viento aúlla, a sus espaldas, siente el calor de la visión de alguien, reconocer tal satisfacción de placer, mutilaba sus sentidos y los hacía más puros. Pues al cansar la vista, ella en un último aire congelado prefiere despedirse de lo que la hubiera acompañado en este abrumador y helado paseo.
Lentamente, sosteniendo el aire en un puño para no perderlo, ella gira hacia el aclamado calor, un placer inigualable es sentir como el calor avanza sin prisa sobre el lateral del costado ya escarchado y ver como el hielo se derrite. Cuando al final, manteniendo aun los ojos cerrados, decide acabar con el misterio deseando ser desvelado.
Despidiéndose, con una sonrisa de labios grises y agrietados, ella duerme descalza bajo y sobre y nieve, y llevada por la luz en la tormenta, ella duerme eternamente en la colina del clamor y la locura.