El lado oscuro del Community Manager
El lado oscuro del Community Manager comienza cuando no representas a una gran marca. Cuando no vendes un producto, sino una pasión. Dirán: esto ya está inventado, lo contó Naomi Klein en No Logo. Estos tiempos de capitalismo salvaje echan a un lado todo lo que no sea beneficio. Y no es improbable que al final de este texto pienses que se puede reducir mi argumentación a esto mismo, al beneficio. Entonces, pensaré, me habré explicado muy mal.
Mi producto, mi marca, era una revista literaria donde dar cabida a escritores jóvenes o aficionados. Y fue creciendo. Fui añadiendo contenidos sobre la creación literaria; basándome en mis lecturas, fueron apareciendo más y más secciones sobre grandes autores universales. Dediqué una sección a la poesía de mi tierra canaria, mostrando la peculiar poesía de sus islas, desde Cairasco de Figueroa a Eugenio Padorno. Todo a un clic; como se suele decir hoy en día sobre Internet: «todo gratis». Ni tan siquiera pedía que se valorara mi trabajo. Pero eso sí: todos estaban encantados del nivel de calidad, porque más allá de ser una comunidad donde compartir una afición y dar a conocer tus textos -con eventos como premios, publicaciones, etc.-, había un interés pedadógico. Dar, como en algún taller que impartí -gratuitamente, de nuevo-, pautas para mejorar en la escritura.
Pero, descontento porque yo buscaba un proyecto común, global, donde todos echáramos un cable -debo decir, y puedo demostrarlo factura en mano, que nunca conseguí el objetivo de ni tan siquiera reunir para que el coste del alquiler, dominio, el diseño, los componentes de pago, etc. me salieran a costo cero-, donde en una comunidad nos ayudáramos mutuamente para aprender, intercambiar, disfrutar, decidí eliminar las clases en mi revista y abandonarme al apoyo por buena voluntad. No hay distinciones; así quiero yo una sociedad, que no fuera clasista. En mi revista lo intenté.
Que donaran, pensé, porque valoraran, en efecto, las horas invertidas diseñando, programando, corrigiendo, aportando; mi trabajo de Community Manager invirtiendo en eventos como concursos y publicaciones, procurando un buen ambiente, ayudando a solucionar los malentendidos, aclarando dudas, siendo un puente en la comunidad para solucionar conflictos, etc. Pero, como ya habrás imaginado, el apoyo económico no solo no fue el esperado en estos años, sino que me ha dado pérdidas, en cuanto que no he visto recompensado mi esfuerzo sino que ni tan siquiera he cubierto los gastos mencionados antes de hospedaje, etc. Un dato: estos últimos cuatro meses arrojan como resultado de donaciones: 4 euros.
No que decir tiene que, la gran mayoría de escritores de la revista, ni tan siquiera han pensado en hacer clic en la poca publicidad de que dispone la revista -a este nivel llega la falta de empatía, por más que, de forma semestral, enviaba un boletín explicando que la revista no vivía del aire-. Y en cuanto a Adsense, ya saben cómo va: me río de las guías para hacerse millonario con la publicidad de Google.
El resultado final no ha podido ser más descorazonador. Del proyecto inicial, que sé que ha funcionado en otras comunidades realizando aportaciones entre todos para un proyecto -una película, una revista de poesía en papel, etc-: una pasión, un sueño común, se ha pasado a la realidad que ofrece la escala de valores que impera en estos tiempos, da igual si son de crisis o no. Porque tener sentido ético, compromiso, sentido de comunidad, eso no tiene nada que ver con los buenos o malos tiempos. Tiene que ver con la escala de valores, con la empatía, con la pertenencia a un grupo. No es descartable que haya hecho mal mi trabajo como Community Manager, aunque se dan tantas ideas en estos últimos tiempos, a cual más transgresora, de lo que es realmente su función, que casi prefiero volver al viejo nombre de administrador. Me llovieron las palmadas en la espalda -que no tuve en que cuenta que se hacían con manos hechas de humo- dándome las gracias por abrir la revista de nuevo y suprimir los miembros Premium: ¡todos iguales!
Se multiplicó por diez el número de participantes activos; siempre ha tenido un buen ritmo de registrados. Así que todo ayuda: el ambiente, el diseño, las parte didáctica o pedagógica, etc. Y, además, gratis. No solo gratis en cuanto a contenidos: gratis porque el Community Manager seguro que lo hace porque no tiene nada mejor que hacer, debe pensar esta gente. Debe ilusionarle, debían pensar, trabajar gratis para mí, para que yo sea feliz publicando en su revista.
La revista se ha cerrado. Tengo en mente un proyecto: abrirla en breve pero con un pago mensual que, de alguna forma, remunere mis horas invertidas, y no solo el pago de componentes, diseño, etc. Si, por cualquier motivo, y dado un breve periodo de tiempo, no me compensara, cerraría este segundo intento -que está condenado al fracaso, me dice una parte de mí mismo- para plasmar mi actividad como corrector profesional, de estilo e impartir talleres de escritura creativa en la red. Me gusta mucho la enseñanza y creo que por este camino tengo cosas que aportar, aparte de mi dedicación a la literatura de una forma más profesional. Esto, como actividad paralela a mi actividad profesional fuera de Internet, al menos de momento.
En definitiva: este es el lado oscuro de un Community Manager, el que no se suele contar, el que no está en la lista de características de este nuevo oficio, como cuando un aspirante a barítono se encuentra con que no encuentra ni tan siquiera audiciones de aficionados, aunque él ha puesto todo de su parte para encontrar su hueco en la ópera.
Pero lo peor del lado oscuro no es que un proyecto no triunfe en el aspecto crematístico: es que en el fondo subyace la idea de que las personas son capaces de emocionarse viendo una película para, a continuación, perder toda capacidad de empatía mientras sirvan copas gratis. Esto de lo gratis ya ha inundado, como una mancha azul vertida en una piscina, nuestros conceptos sobre el esfuerzo, el trabajo en grupo, la voluntad de conseguir algo, la empatía, de que más allá de lo aparente hay una recompensa que hace que vibre la médula espinal. Es una lástima que, cegados por esta banal ilusión de lo gratis y la competitividad, haya gente que se conforme con tan poco. Es una lástima que, intentando ayudar a mostrar su trabajo a escritores jóvenes, de forma altruista, durante 12 años -quitando ese periodo de año y pocos meses con la subdivisión clasista-, este Community Manager tenga que cerrarla. ¿O no? Lo más triste es que yo no siento ya pena, sino hastío y asco por el mundo que crece a mi vera.
http://www.youtube.com/watch?v=mMZmcDlLeSY
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Cuando yo empecé con Entropía, la revista de relatos bimestral en papel, pensé que era una buena oportunidad para dar a conocer los trabajos de escritores noveles que, de otra forma, sus relatos no podrían ver la luz en papel. Entropía nació en la red pero su destino era el mundo del papel (será que soy todavía un romántico).
El material para publicar es más que suficiente y, además, muchos autores y amigos la «publicitan» en la red pero hasta ahora… no da para autofinanciarse (mi única pretensión). Bueno, cuesta dinero.
En el número 6, vamos por el 5, se cumplirá un año y no sé cuánta vida le queda.
Te entiendo y espero que esta última oportunidad sea la buena.
Salu2
¡Hola Javier! Gracias por tu comentario. A ver, si no sale, tampoco le voy a meter más horas, la cierro y listo, porque ya sabes que el tiempo es oro, y ya hice mi idea de ayudar a jóvenes o aficionados de la escritura. Esta parte, completada. Lo bueno es que ya unos cuantos me han dicho que sí, que adelante, que se apuntan a plantearla de esta nueva forma, así de momento genial. Lo que dure. Un abrazo y sí, autofinanciación de la cultura, eso es una utopía, jaja, pero oye, hay que intentarlo. Me encanta tu proyecto de Entropía. Adelante y que sean muchos números más -y que aparezca por algún lado esa financiación aunque sea para cubrir gastos y algo para el tiempo que inviertes, que eso también es muy importante, aunque sea para cafés, como digo yo-. 😀
Lo siento mucho, Julio. La verdad es que por experiencia sé que la mayoría de las personas cuando están ante alguien que hace las cosas por amor al arte, 0 remunerado, pues como que lo ven como de aficionadillo, a mí me pasó, no te toman en serio. Tu tiempo se va, te esfuerzas, pierdes calidad de vida (bueno es algo que se hace porque nos gusta, sí pero, bueno, en parte perdemos mucha fuerza y momentos de ocio) y nadie te da ni las gracias, ni la enhorabuena y lo peor, nadie te ayuda, ni se da cuenta de los esfuerzos, y al final algo que le gustaba a mucha gente y que les ayudaba también, tiene que acabarse. Lo siento, mi niño.
Gracias, guapa, estoy en la segunda fase y hay gente que ahora dice que sí que se apunta a colaborar en plan mensual, así que por ese lado cojonudo, yo me tomo un par de coca colas a cambio y ya es otra cosa. Le daré 3 o 4 meses de margen a ver si así tira para adelante, con esto del pago mensual, como quien se apunta a un club de lectura o de escritura. Si no, a otra cosa mariposa, ya el blog me encanta. La verdad es que me leyendo tu comentario parece que mi texto es como si se hubiera hundido el Titanic, jajaja. Me alegra que lo comprendas, corazón de melón, ay, que niña más linda, que no estás aquí para estrujarte y darte un abrazo de oso -oliendo a oso-. 😀
Seguro que no hueles a oso y hueles a azahares…
Esas cosas no se pueden decir a 1000 km de distancia, está prohibido. 😀