Ebenezer en Navidad
Si les digo que me llamo Ebenezer, probablemente este dato no les inspire nada en concreto sobre mí. A lo sumo tratarían de ubicarme en esta o aquella nación, arguyendo que mi ascendencia es judía, holandesa o americana, o se preguntarían si conocen a un tal Ebenezer que trabaja en una cuadra o una charcutería vecina. De donde yo vengo Ebenezer es un nombre tan común como el proceso de transformar la leche en queso: ¡Ebenezer, Ebenezer!, se oye por todas partes.
No les culpo porque nadie lee libros. Ni cualquier otro documento impreso en papel. Hoy las personas se pierden voluntariamente con ese artefacto. Prefieren que les hablen, así se ahorran el esfuerzo de pensar. Hay familias que no son adineradas, pero tienen televisión; otras no tienen honra, pero sí televisión; y las peores son las que no tienen ni dinero ni honra ni alimentos pero tienen televisión.
En esta idiocia ajena me queda algún resquicio para el consuelo. Fui el hombre más afortunado del mundo, pues por tres veces vinieron a salvarme: Jesús solo tuvo una gran salvación, que recuerde, aunque fue mucho más impresionante, pues yo resucité cada vez como parte de un juego estructurado.
¿Qué me queda de aquello? Cambié, sí, pero la felicidad eterna que creí vivir se transformó en la triste felicidad de los vecinos y amigos, una felicidad de máscara, que consiste en pequeñas gotas derramadas en la cadena de historia que forma su vida y que apenas llenarían la mitad de la petaca de whisky que guardo en mi levita. Unas gotas por aquí, otras por allá, eso es toda la felicidad que podemos reunir a lo largo de la vida.
Pero el remordimiento me atenaza en la angustia del día a día: ¿y qué hubiera ocurrido de haber sido fiel a mis principios, aunque posteriormente me parecieran de lo más erróneas mis convicciones? A fin de cuentas, un hombre es lo que cree ser, ni más, ni menos. ¿Sería más o menos feliz? Y, finalmente: ¿acaso me preocuparía de la felicidad? Yo vivía, aunque para tantos otros eso no fuera vida, era la mía, y me reconocía en ella.
Solo les imploro que, esta Navidad, por favor, absténganse de cambios. Que trinchen el pavo o lo que sea que coman en sus casas de la misma forma que siempre lo hicieron, que brinden con vino caliente u otro caldo que se les antoje, que por un instante dejen que el destino vierta unas pequeñas gotas de felicidad en esa noche; aunque sea arrastrando a duras penas a su voluntad para que muestre un rostro amable y un ligero manoteo despeine la cabecita inocente de un niño.
¿Que por qué deben hacerlo? Yo antes creía saberlo. Tal vez porque no nos quede otra, encerrados tras los cristales fríos, la sensación de congoja en la soledad de la compañía, guarecidos en el hogar. Vivan la Navidad como sus padres antes que ustedes, y aún como sus antepasados les predecieron a ellos. A fin de cuentas, algo queda. Yo ya no tengo solución, pues he perdido algo peor que la esperanza: he perdido la fe en la esperanza.
Atentamente,
Ebenezer Scrooge.
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¡Oh qué bonito! Daría mucho para hablar sobre muchas cosas de la vida.
Tengo pendiente leer Casa Desolada desde el año pasado, nunca leí a Dickens, lo reconozco, ¡así fue mi enseñanza! seguro que algo me gustará puesto que las lecturas de ahora son todas sobre lo de hoy, y ya sabemos qué es lo de hoy.
Pues obrigado. Te va a gustar pero tenle paciencia que es un «tocho» de consideración. 😀
Ebenezer Scrooge es más conocido de lo que creemos. Todos llevamos uno dentro sólo que con distintas desafecciones y «descreencias». Pero al final, todos somos susceptibles de ser visitados por el espíritu de cualquier tipo de navidad en la que creemos que no creemos.
Saludos.
Hola Josep, totalmente de acuerdo. Nos cabe un Scrooge y otros tantos personajes literarios más. Si me viene el espíritu navideño a contarme de mi futuro y lo escribiera sería tremendo. 😀
Buenas noches…
Que tengas a partir de ahora, los mejores momentos, las mejores fiestas, todo lo mejor te deseo junto a los tuyos… abrazos
Igualmente, Balovega, un abrazo grande y feliz Navidad. 😀
Feliz Navidad, Jules. Un bestotón (como dices tú, me encanta esta palabra, te la robo para utilizarla). :-*
Este señor Scrooge que pintas me parece mucho más sensato que el de Dickens.
A mi Mr Scrooge siempre me pareció un cobarde. Dejarse amedrentar por una recua de espectros capciosos 🙂 A ver si hay suerte y tienen narices a pasearse por mi casa 😀
Qué fechas tan raras seguro, que reponen en alguna televisión en la misma tarde Mr Scrooge y los Caza Fantasmas 🙂 Espero que este año James Stewart salte del puente, para variar 😛
Salu2
Jajaja, muy bueno el comentario. A ver si salta, va a estar complicado, eh, Markos. Ya te digo. Como se pasen por la mía no les doy ni agua. Un abrazote. 😀