Sobre la naturalidad al escribir
Hay una cierta leyenda sobre la naturalidad al escribir, en los consejos para escritores que encuentras dispersos como mantras por Internet, con la que no estoy de acuerdo. Me da que pensar si es que se copian unos a otros para acabar diciendo lo mismo, pero de otra forma. Esta leyenda aconseja escribir de forma natural, y define qué es la naturalidad (y, por lo tanto, elige un modelo, porque un modelo no tiene nada de natural, si atendemos a la expresión «creado por la naturaleza»): escribir de forma clara, concisa, eliminando los adverbios de más, con la adjetivación necesaria y no más, evitando la subordinación excesiva en las oraciones, etc. etc. Es decir: que Hemingway sea el modelo, por poner un ejemplo de este estilo.
Recordemos cuando la escritura de Hemingway se tornó moda. No tiene nada de extraño: es uno de los más grandes escritores. Sus relatos son un ejemplo de maestría. Esta influencia produjo generaciones posteriores de escritores estadounidenses escribiendo «a lo Hemingway», hasta el punto de que se llegó a una crítica generalizada porque, como todo estilo, acaba en un barroco estéril. Es imposible escribir como otro, y lo que brota es un quiero, pero no puedo. Este defecto tiene un nombre: imitación. La imitación no nos interesa. Nos interesa crear. Encontrar nuestra voz como autores, esa forma peculiar, propia, de contar, no empostada o artificial.
Escribir natural no tiene que ser escribir de forma clara y concisa. Esto dependerá de tu estilo. Para Virginia Woolf, o Jorge Luis Borges, la escritura clara y concisa es otra: densa, culta, con un dominio del lenguaje del que no cualquier lector medio de hoy en día es capaz de apreciar toda su belleza y complejidad -complejidad entendida también como alcanzar lo sublime mediante un esfuerzo intelectual-. No pueden contarlo de otra forma, y para ellos sus estilos son de lo más natural.
Tengo una buena amiga que publicó una novela y cuya estructura, e incluso estilo, recuerdan mucho a La insoportable levedad del ser, de Kundera. Ella misma me lo reconoció al prestármelo para leerlo, tal vez pensando que me daría cuenta -es uno de mis cientos de libros releídos y favoritos-. Tener el deseo de escribir como Kundera, o como nuestros autores favoritos, es genial, porque escribir a partir de las mejores lecturas siempre es un excelente consejo para escritores. Pero siempre habrá otros autores buceando en nuestros párrafos, que salen a la luz porque nos contamina toda una tradición y el amor por la literatura.
No me obsesionaría demasiado con esos consejos sobre la escritura «natural», entendida como un estilo sencillo y sin florituras. Lo natural es practicar y practicar. Encontrar el punto de apoyo de la historia que mueva tu mundo y que crees un relato, y que ese relato lo crees mediante una narración que sea propia.
No imites, copia. Copia para ti. Copia a los grandes y de aquello que te guste, dale una vuelta de tuerca, acércalo a ti. Lee mucho. Y escribe mucho. De lo que te gusta. Escribe ese libro, relato o poema que te gustaría leer. El estilo está en el hombre antes que el hombre en el estilo, decía Unamuno. Amén, digo yo.
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