Harold Bloom: la crítica romántica
Si hiciéramos una encuesta entre qué estudioso académico es más conocido, Chomsky o Harold Bloom, no me queda duda de que Chomsky se lleva la palma. Y eso que hablamos, en el caso de Harold Bloom, del crítico literario estadounidense más famoso -¿importante?- hoy día .
Bloom ha sido muy áspero en su crítica a la situación actual de las humanidades en los Estados Unidos. Para él, ‘corrección política’ [political correctness] que prevalece en la academia estadounidense “representa una traición a los intelectuales.” Ve en ello una conspiración contra la literatura clásica.
Yo diría que no hay futuro para el estudio literario como tal en los Estados Unidos. Cada vez más, estos estudios están siendo acaparados por la sorprendente basura llamada crítica cultural. En NYU estoy rodeado de profesores de hip-hop. En Yale, estoy rodeado de profesores mas interesados en varios artículos de esa pila de estiércol llamada ‘cultura popular’ que en Proust o Shakespeare o Tolstoi.
Pero Harold Bloom es enfático en señalar no sólo que es un liberal que siempre ha votado por los candidatos demócratas o socialistas (cuando los hay), sino también que la diferencia entre él y los miembros de lo que él llama indistintamente la ‘contracultura,’ el ‘political correctness’, o ‘la escuela del resentimiento’ no es una diferencia política, ni siquiera cultural, sino una diferencia estética y, en última instancia, también espiritual:
O bien crees que leer y enseñar y pensar sobre lo que se ha pensado y escrito . . . le hace mucho bien a todos, o no lo crees.
Según este pensamiento, la educación que uno recibe de los grandes textos –Dante, Cervantes, Chaucer, Homero, La Biblia– es, y debe permanecer, independiente de nuestra posición política.
Durante los setenta y principios de los ochenta, años del ascenso y dominio de la deconstrucción en los círculos académicos de los Estados Unidos, Paul De Man, Geoffrey Hartman y J. Hillis Miller fueron colegas de Bloom en la universidad de Yale. Junto con ellos (y con Jacques Derrida), Bloom publicó una colección de ensayos titulada Deconstruction and Criticism en 1979. Esta circunstancia marcó a Bloom como uno de los padres de la deconstrucción estadounidense. Bloom, sin embargo, ha sido muy explícito en su distanciamiento de la deconstrucción de De Man y Derrida.
La angustia de las influencias, publicada por Bloom en 1973, formula su teoría de la angustia de la influencia. A partir de entonces, Bloom y su amigos de Yale forman una oposición frontal contra la crítica tradicional estadounidense, que eran el «New Criticism» y Elliot. La teoría que desarrolla en esta obra desarrolla el siguiente argumento sobre la creación literaria.
El problema proviene de la figura del padre literario o la sombra proyectada de esa figura gigante en el poeta menor, es decir en el poeta que empieza a escribir siguiendo las huellas de un gran maestro. Esta lectura genera cierta ansiedad, que a veces paraliza al aspirante a poeta. Bloom considera inútil esforzarse en ignorar la influencia que tiene la escritura y los modos de lectura de los maestros. Aunque parezca una solución tentadora, no leer a los antecesores literarios no basta para adquirir personalidad como escritores.
En La angustia de las influencias, Bloom propone seis re-soluciones con respecto a un poema precursor, a la obra de un maestro:
1- Desvío: el poeta se desvía del precursor leyendo-y-escribiendo de modo que llega hasta cierto punto de manera exacta, pero se desvía abruptamente hacia una dirección que resulta novedosa.
2- Contraseña- completud: aquí Bloom usa como metáfora unas vacijas que se partían en dos de modo que cada parte servía como contraseña al completarse con la otra. (Un ejemplo extrapolado de contexto, es la obra de Lacan respecto de la de Freud.)
3- Vaciado: el poeta vacía de significado el poema del antecesor a través de vaciar el suyo.
4- Demonización: se demoniza al poeta antecesor para rebelarse contra él.
5- Ascesis: el poeta se purifica de la obra anterior generando un silencio interior al modo de la meditación, para crear su poema.
6- Retorno (de los muertos): el antecesor es convocado de algún modo al poema del poeta nuevo.
Bloom, separándose luego de De Man y Derrida, afirma que aún sin significado sigue habiendo razones para leer. Estas razones pueden ser de tipo pragmático, o de tipo estético; el acento entre estas dos dimensiones ha cambiado con el desarrollo de la obra de Bloom.
En los setenta y ochenta, Bloom no deja de afirmar que lo importante de la Literatura no es el significado de los textos, sino lo que uno hace con ellos. Es en este sentido que Bloom se reconoce como un pragmatista.
¿Para qué sirve un poema? Es para mí la pregunta central, y con la pregunta quiero decir pragmaticamente ¿cuál es el uso de la poesía o el uso de la crítica? Mi respuesta es completamente pragmática . . . Amo los poemas de Stevens, pero ese amor no difiere pragmaticamente del tipo de amor que siento por la casa en que vivo, o por un viejo sillón en particular que tengo en mi estudio.
En Agon, Bloom señala que mucho de los elementos que en su tiempo se consideraban deconstructivistas, no eran, en realidad, más que pragmatistas estadounidenses. En esta obra, Bloom reconoce su parentesco teórico con Richard Rorty, del que también ha dicho ser “el filósofo más interesante del mundo hoy.” Al igual que Bloom, Rorty quería conciliar el deconstructivismo, especialmente en su propuesta anti-esencialista, con el pragmatismo estadounidense. Para Bloom, hacer poesía / crítica, leer / escribir, no puede responder ninguna pregunta definitiva sobre la naturaleza misma de la poesía / critica, ni si el significado de un poema puede ser determinado. Pero sí puede y debe cambiar nuestro entendimiento del poema, aunque ese cambio sea un cambio limitado a un propósito y un tiempo particular.
Al centro de los textos bloomeanos de años recientes ha empezado a aprecer la figura del lector solitario que no lee sino por placer, estético y egoísta. En el prólogo a su Cómo leer y por qué, Bloom escribe que, mientras que cómo y qué se lee no pueden depender de los propios lectores, “el porqué leen debe ser por y en su propio interés.”
La literatura sigue siendo para Bloom el instrumento por excelencia de la subjetividad. Sin embargo, en sus textos de los noventa y de principios de este siglo, Bloom acentúa su carácter a-político y a-epistémico. Según Bloom, el problema es que, “cuestiones de gusto y juicio ahora parecen descansar completamente sobre información y no, en lo absoluto, sobre lo que llamaría aprendizaje o sabiduría.” La oposición entre conocimiento y gnosis central a su teoría de los ochenta, reencarna en los noventa como la oposición entre información y sabiduría. Sabiduría, para Bloom, es lo que podemos aprender solo a través delcontacto con otros, y en su defecto, con los libros.
. . . una de la razones principales por las que leemos y debemos leer es porque no podríamos posiblemente conocer la suficiente gente o conocerlos suficientemente bien.
. . . dado que no podemos conocer suficiente gente y nos cuesta tanto trabajo conocernos a nosotros mismos, es Shakespeare, es Cervantes, es Dickens, es Jane Austen, es Virginia Woolf, es Tolstoy, es Dostoyevsky quienes nos ayudarán a encontrarnos a nosotros mismos, a aceptarnos, o darnos cuenta de que no nos somos aceptables y que tal vez deberíamos hacer algo al respecto.
Hasta que te conviertas en ti mismo, ¿de qué beneficio podrías ser a otros? A diferencia del conocimiento y la información, la sabiduría solo atañe a uno mismo. Es lo que aprendemos de nosotros mismos, a través de (nuestar diferenciación de) los otros y del otro siempre desplazado. Para Bloom, la lectura es una actividad terapeútica, “el más curativo de los placeres,” y el ‘placer’ al que refiere Bloom en estos textos es un placer puramente estético. Una vez eliminada la dimensión política de la lectura, el único criterio al que debe obedecer la lectura es el criterio estético del placer propio. En los último años, Bloom ha alzado la voz, una y otra vez, por la autonomía de lo estético. En el Canon Occidental, por ejemplo, escribe:
Me siento bastante solo esto días al defender la autonomía de lo estético, pero su mejor defensa es la experiencia de leer El Rey Lear y después ver una buena puesta en escena de la obra. El Rey Lear no deriva de una crisis en filosofía, ni su poder puede ser reducido a una mistifcación promovida de alguna manera por las instituciones burguesas. Es una marca de la degeneración del estudio literario que a uno se le considera excéntrico por sostener que la literatura no depende de lo filosófico, y que lo estético es irreducible a una ideología o metafísica. La crítica estética nos regresa a la autonomía de la literatura imaginativa y la soberanía del alma solitaria, el lector no como una persona en sociedad pero como el yo profundo, nuestra interioridad última.
En vez de una lectura informada por las necesidades ideológicas, políticas y sociales del lector, Bloom aboga por una lectura egoísta, no solo en el sentido de una lectura que alimenta nuestro ego, sino que es solitaria e indiferente a los intereses de otros. Si uno pone atención a los cambios sufridos por los estudios literarios en los Estados Unidos, es fácil entender el cambio de énfasis en la obra de Bloom.
El cambio de lo pragmático a la estético dentro de la obra de Bloom corresponde a un cambio histórico dentro de la disciplina crítica en los Estados Unidos. Del texto, a finales de los ochenta, el acento paso al contexto. Así como la deconstrucción fuerte se había colocado a la cabeza de los estudios durante los ochenta, así también cayo estrepitosamente en desuso a finales de esa década.
Una vez desaparecida la figuran antagónica De Man, el afán de pragmatizar la deconstrucción también desaparecio de la obra de Bloom. En lugar del Bloom revisionista, apareció el Bloom reaccionario. En lugar del Bloom contestatatario que nos invitaba a desafíar las autoridades de nuestra tradición, que nos osaba a ser poetas fuertes y buscarnos a nosotros mismos, aparece el Bloom autoritario con su lista de lecturas para chicos y grandes.
Bloom no es simplemente un hombre moribundo, sino también de una raza moribunda en esta época en que el sacerdote, el político, el profesor – aún el que fue el más poderoso de los magos, el corredor de bolsa – ya no sustentan el poder ni despiertan la obediencia que solían. . . él nos recuerda al resto de nosotros que bien nos econtramos ahora que una voz como las suya es más facil de ignorar que nunca.
En definitiva, en sus libros Bloom nos enseña a amar la lectura por sí misma. El placer estético sobre cualquier otro; el leer para uno mismo, iluminando la vela que solo a cada uno nos alumbra. Se ha convertido, por derecho propio, en uno de los críticos más inteligentes e interesantes vivos. Disfrutemos de sus opiniones (como cuando descuartiza la saga de Harry Potter o a Stephen King, o cuando dice que G.W. es un fascista) y de sus geniales y perspicaces análisis de obras y autores, que es donde demuestra todo su talento como crítico literario. Disfrutemos y sonriamos cuando dice que, para él, Shakespeare nos lee mejor a nosotros mismos de lo que nunca conoceremos a Shakespeare. Del amor por la lectura, los libros, el genio y la sabiduría.
Estoy convencido: si no hubiera existido Harold Bloom habríamos tenido que inventarlo. Un saludo, Mr. Bloom.
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Pero, cómo así que crítica romántica, si no mencionó siquiera el adjetivo?
Por lo demás, un buen breviario.
Lo de crítica romántica es un concepto, una forma de denominarla creo que bastante realista, teniendo en cuenta su idolatría por Shakespeare -tanto en poesía como teatro- y por los poetas románticos ingleses, a los que estudió. Aplica conocimientos y conceptos heredados de los críticos, escritores y estudiosos con perfil romántico. La idea del placer estético como determinante para la validez de un texto ya es una idea bastante romántica del asunto, creo. 😀