Ulises o la paciencia infinita
Si te gustan leer novelas a la manera clásica, o mejor dicho, te gustan las novelas clásicas, al estilo de Madame Bovary o Crimen y castigo, Ulises te resultará una novela compleja y, me atrevería a decir, que en esa lista de las mejores novelas de la historia de la literatura me resultaría lógico que, de entre todas, es la que más lectores abandonan su lectura. Ahora me traerán estadísticas de ventas; y yo les diré que tengo un precioso ejemplar que, como El espejo enterrado de Carlos Fuentes, así se quedó en mi estantería.
Llevo la novela por la mitad y, mientras devoro y consumo a otros autores, sigue ahí, en su edición bilingüe, hermosa. ¿Qué innovaciones supone Ulises para la lectura de alguien que desee comenzarla? En primer lugar, acostumbrarse a volver sobre nuestros propios pasos. La novela está repleta de alusiones a hechos del pasado, sin contar con las referencias mitológicas, filosóficas, históricas, etc., Goethe reencarnado en James Joyce.
El segundo problema que -se me- plantea es que muchos de esos acontecimientos efímeros tienen una importancia a lo largo de la novela. Al menos, hasta donde la llevo, exactamente el capítulo XI. Y, en su estudio preliminar, ahonda en la trama y recomienda ediciones de ayuda para entender los capítulos, ediciones cuyos autores han invertido días, semanas, meses, años, hasta desentrañar una novela universal y vastísima. Es como si cogieras La montaña mágica y Los Buddenbrook, pegaras uno detrás de otro y, encima. Añadimos a esta inmensidad de texto una técnica narrativa que describe el fluir de la conciencia y usa, según avanza los capítulos, técnicas narrativas diferentes, teatrales, epistolares, etc. Un esfuerzo titánico. Dicen que es una novela muy divertida, pero Tristram Shandy y hasta Los cuentos de Canterbury está más cerca de ese adjetivo que Ulises. Si un año de estos la acabo igual cambio de idea.
Recuerdo, hace muchos años, una chica en un reportaje en RTVE, la televisión pública de España, en tiempos donde ansiaba leerme toda la gran literatura universal -y entonces descubrí a Paul Auster, Murakami, McEwan, Houellebecq & Cía y así de desamparado voy por el mundo- cuyas palabras aproximadas fueron: estoy haciendo una tesis doctoral sobre Ulises y -haciendo énfasis- ¡me la he leído dos veces!
Si Martin Amis puede decir que Don Quijote de la Mancha es una novela que hoy día prácticamente no leería nadie y es, por su forma y su estructura, prácticamente ilegible, no menos digo yo, sin la autoridad del Sr. Amis pero con la que me da mi crítica particular, que Ulises es una lectura difícil y muy poco apetecible. El librito se empeña, una y otra vez, en echarte un pulso de resistencia.
Los clubs de Joyce y los fans uliseanos de todo el mundo me tendrán por persona non grata y pedirán mi cabeza. Y bueno, les respondería yo, se quedan ustedes con lo mejor de mi cuerpo.
El trabajo lingüístico y léxico es encomiable y este irlandés es un tipo genial como pocos. Ahora, denme doble ración de Dostoievski, Tolstoi, Chéjov, Turgueniev, y todo el romanticismo inglés antes que obligarme a leer Ulises de un tirón. Acabaría agotado. Si dijeran que la solución a la crisis internacional es que todo el mundo leyera Ulises -y lo acabara- tendríamos crisis para décadas. Y se ha metamorfoseado: de una lectura placentera a un reto. ¿Hay alguien por ahí afuera que haya acabado la novela y sobreviva para contarlo?
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