The Wrestler
A Hollywood le encantan las historias de héroes caídos que vuelven a renacer, da igual si es en la ficción o en la vida real. Al contrario que al personaje que interpreta Rourke, el actor ha renacido al igual que Pulp Fiction lo hizo con Travolta. Claro que Travolta no nos ha obsequiado con personajes multidimensionados, ateniéndose, más bien, al cine de acción y a alguna comedia más bien floja.
Rourke está soberbio. El personaje encaja con ese físico de boxeador amateur, con el rostro como prueba fehaciente de los tiempos que corren: la cirugía no siempre es una solución. Y, lo más importante, Rourke recrea al perdedor a imagen y semejanza de la etiqueta que se le había otorgado en el gremio. El biorritmo de Rourke baja y sube en años alternos.
Sobre la película, todo son méritos. Tomei está creíble y acertada, sin desmesura, deshaciendo con el paso de sus últimos largometrajes esa fama de ganadora sin mérito del Oscar por Mi primo Vinny. Y Aranosfki (La galleta de la fortuna, Réquiem por un sueño) hace una cinta redonda, con una historia bien contada y con una cámara que huye del plano convencional para darnos un aire de cine indie. La ambientación, la fotografía y la introspección en el mundo de la lucha libre, con dos pinceladas, nos recrean una historia contada otras tantas veces, en el que la sociedad no realoja a sus héroes mediáticos tan a menudo como sería deseable, pasando a ser carne de hospital, dopados y consumidos en su vano intento de recordar viejos laureles.
Sin duda, una de las mejores películas que he visto en lo que va de año, con un Rourke y una Marisa Tomei sensacionales y una dirección -a mi juicio- que siempre tomó las decisiones correctas. Una visión más que recomendable.
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