Píldoras

¡Hola, lunes! La mayoría de las veces me dan ganas de estrujarte. Hoy te medio perdono porque mañana es fiesta y porque tienes solo a la mitad de la gente trabajando y has dejado a la otra mitad con un largo puente vacacional. Bueno, de los que tienen trabajo, que empiezan a ser cada vez menos. Ahora te van a odiar por partida doble; los que tienen trabajo, por lo de siempre, y los que no porque les recuerdas que antes iban a trabajar.

Te cuento que tengo una cajita en mi casa. Es de un viaje reciente. Tiene un diseño parecido al de un tablero de ajedrez, con los cuadraditos en tonos negros y grises sobre un fondo nacarado. El señor que me la vendió era un viejo hindú y estaba enterrada junto a otros cachivaches. Le dije que quería llevarme algo realmente especial. Insistió en leerme la mano, aunque le dije que yo no creía en esas cosas. Luego se sonrió como una hiena y aunque me sobresalté me hizo acompañarle al estante que estaba oculto tras una colección de fulares antiguos. Ahí estaba la caja. Me dijo que no tenía precio pero que guardaba más y que pensaba que podría serme útil. Yo le dije que me la envolviera para regalo pero el hombre me miró como si estuviera a punto de cometer una locura y me dijo que los regalos no se regalan porque da mala suerte.

-¿Entonces, me la regala usted?

-Por supuesto.

-Muchas gracias, de verdad que lo aprecio. Prometo no regalarla a nadie.

-De nada. Son cincuenta dólares, y no admitimos tarjeta. Tengo que cobrarle porque hay más clientes en la tienda.

La caja está en el primer cajón de mi mesilla de noche, junto a las pipas,  el incienso y el mando de la televisión. En la caja están las pildoritas en las que compacto los días. Por ejemplo, de jueves a domingo de una semana concreta y ¡zas! todo a la píldora. La propiedad que las caracteriza es que resumen lo que me ha sucedido en ese tiempo dándome máximas morales de lo ocurrido. De esta forma puedo aprender más sobre mí mismo y la experiencia de vivir mi vida. Soy un hombre diferente desde entonces.

Hay personas que no invierten casi nada en sí mismaso: simplemente, viven. Esto les basta y les da pereza que se lo recuerden. Yo lo entiendo de esta forma: al igual que hay animales más evolucionados en una manada, más fuertes, más dominantes, etc., en los seres humanos sucede lo mismo aunque no lo queramos reconocer. Hay otras personas, pocas, que se preocupan por aspectos más metafísicos: quiénes son, qué hacer con su vida, cómo conseguir ser mejores consigo mismo y los demás una vez entienden su lugar en el mundo, etc. Los que dicen que no tienen tiempo para esto mienten: se pasan dos tercios de su vida durmiendo y no haciendo nada porque el otro tercio es trabajo. Pero la excusa les va bien. No se puede convencer a nadie que haga esto, se tiene o no se tiene; y cuando se está en el camino de trabajarlo se distingue entre las personas de un solo vistazo como un diamante en bruto de uno falso.

El procedimiento con las píldoras es muy simple. Primero la agito como si batiera una coctelera; la abro y coloco cualquiera de sus mitades abiertas en mi oreja. Escucho a una persona que me habla como si lo hiciera desde dentro de una caracola. He decidido que esto es porque vivo en una isla y el sonido del mar me es muy familiar, así que tal vez la píldora ha pensado que es la mejor forma de comunicarse conmigo.

A veces creo que lo que me dice la píldora no tiene nada que ver con el recuerdo de esos días. Pero he aprendido a tener paciencia, porque la píldora es más sabia que yo, una conclusión a la que he llegado con la experiencia; y a veces he necesitado mucho tiempo para entender alguna que otra máxima que me había contado. Es por eso que, si tengo tiempo libre y me siento perezoso, me tumbo en la cama a media tarde y retomo las píldoras que tengo envueltas en celofán azul, el color de los sueños. Las tengo apartadas para recordar que son esas las que me quedan por descifrar.

Otros días me preparo un rooibo de caramelo y me pongo una buen álbum de fondo. Me gustan los álbumes conceptuales. Ya casi nadie los hace, de ahí que vuelva a los clásicos. Pink Floyd suele llevarse la palma pero muchas me adentro en el jazz. Tiene que ser de esos álbumes que guardo para cuando me siento tranquilo y así no poder relacionarlo con momentos eufóricos o deprimentes. En la música es fundamental la limpieza de los recuerdos. Entonces meto la mano en la caja y al azar saco una píldora. Esta que tengo ahora me dice:

Días del… al…  del mes de … del año …

En todas las situaciones, cada cual adopta una actitud y una apariencia para parecer lo que quiere que le crean; por tanto, puede decirse que el mundo solo está compuesto de actitudes.

Hay personas tan ligeras y tan frívolas que están tan lejos de tener verdaderos defectos como virtudes sustanciales.

Esta es la parte curiosa del cuento. Cuando hago este procedimiento al azar, suelo sacar casi siempre esta píldora. No se me ocurre qué otra explicación puede tener, habida cuenta de que ya poseo más de cien en mi colección. ¿Quizás existe una propiedad mágica mediante la cual, mientras toco las píldoras, estas se desplazan como en un truco de magia para que elija siempre esta? ¿Tal vez tienen conciencia de sí mismas y actúan como un ente al estar interconectadas entre sí?

Una amiga dice que lo que tengo que hacer es soltar lastre.

-¿A qué te refieres?

-A dejar algunas amistades atrás y a elegir mejor las nuevas, que eres muy torpe.

Escuché ayer domingo, en las noticias, que una señora se iba a suicidar. Uno que pasaba por allí fue el héroe -si no, no habría sido noticia, qué noticia hay en que alguien haga su trabajo-. Por lo visto le dijo a la mujer que había leído hacía poco que una chimpancé había aprendido a transmitir sus emociones con un lenguaje de signos. Había sido madre de un precioso bebé chimpancé y lo amamantaba mientras le enseñaba el lenguaje que ella había aprendido. Al poco su bebé se murió en sus brazos. Los científicos se quedaron estupefactos mirando a la madre diciéndole a su bebé que por qué no se despertaba para jugar durante toda la noche, hasta que decidieron llevárselo para hacerle la autopsia. La señora no saltó, dijo el hombre, porque me confesó que aquello era más triste que la razón por la que pensaba suicidarse. A lo mejor necesito una razón más triste para soltar lastre.

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Sobre el Autor

Julio

La idea de este blog nació de la pasión por escribir y compartir con otros mis ideas. Me interesa la escritura creativa y la literatura en general, pero también la web 2.0, la educación, la sexualidad... Mi intención, en definitiva, es dar rienda suelta a mis pasiones y conocer las de otros; las tuyas. ¡Un saludo!

6 Comentarios

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      • Sí, nunca he vivido a más de 7 minutos a pie del mar, salvo cuando estudié en Santiago de Compostela…(74 largos kilómetros…) y lo primero que hacía cuando llegaba A Coruña (tras tomar el autobús desde la estación del tren y bajarme en mi parada), antes de ir a casa, antes de salir, antes de nada, era respirar hondamente y oler el mar…hay que desprenderse de aquello que no nos deja nadar libremente

  • Hola Julio,
    El lunes me gusta! es raro verdad?. Sabes Julio? yo tengo un cofre chiquito desde hace muchos años , me lo autoregalé. Cuando estoy triste, bastante triste, o cuando arremeten en mi contra algunos compañeros de trabajo, por el mero hecho de ser como soy: «Porqué te ríes , porque tienes buen humor los lunes, porqué estás contenta todo el día, !!habla bajo que no puedo concentrarme!!(él si puede oir música y despotricar en alto de los demás)
    Bueno en definitiva, como te contaba, yo tengo ese cofre mágico y sabes? me hago chiquita , chiquita para poder entrar en él y ahí permanezco el tiempo necesario para soltar lastres, y pensar un rato.

    Te felicito por tu entrada y te envío muchos besos azucarados!!

    • ¡Eh! Eres de las pocas que te gustan los lunes. Todo es el color del cristal, supongo. El cofre chiquito ese es mágico también, ¿verdad?, jaja. Yo te mando más besos de algodón de azucar rosado -que es el que me gusta a mí-. 😀

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