Las obras literarias no han sido escritas para críticos

Las obras literarias no han sido escritas para comentaristas o críticos (aunque a veces críticos y comentaristas se crean otra cosa). Las obras literarias han sido escritas para un ser tierno, inocentísimo y profundamente interesante: «el lector». Las obras literarias no nacieron para ser estudiadas y analizadas, sin para ser leídas y directamente intuidas. Ni el Quijote se creó para los cervantistas (aunque haya algún cervantista que piense de otro modo), ni el teatro de Shakespeare para la filología alemana. El árbol está ahí para recrearnos con su sombra o para alimentarnos con su fruto, o simplemente para ser una delicia de los ojos ahora que el viento graciosamente lo cimbrea. ¿Quién pensaría que nació para que desgarremos sus partes, para que las escuadriñemos, para que apliquemos a su cerne el microtomo y sometamos las más secretas células a nuestra curiosidad microscópica? ¿Monstruoso, no? Pues este crimen lo intentan, día a día, eruditos dieciochescos a palo seco y filólogos de los que tienen por lema «spiritus occidit«.

A ambos lados de la obra literaria hay dos intuiciones: la del autor y la del lector. La obra es registro, misterioso depósito de la primera, y dormido despertador de la segunda. La obra supone esas dos intuiciones, y no es perfecta sin ellas. Exagerando la dirección de nuestro concepto, diríamos que la obra principia sólo en el momento en que suscita la intuición del lector, porque sólo entonces comienza a ser operante.

El primer conocimiento de la obra poética es, pues, el del lector, y consiste en una intuición totalizadora, que, iluminada por la lectura, viene a reproducir la intuición totalizadora que dio origen a la obra misma, es decir, la de su autor. Este conocimiento intuitivo que adquiere el lector de una obra literaria es inmediato, y tanto más puro cuantos menos elementos extraños se hayan interpuesto entre ambas intuiciones.

La intuición del autor, su registro en el papel; la lectura, la intuición del lector. No hay más que eso: nada más. Pero no todo el que lee es «el lector». Esa intuición… se la tiene o no se la tiene, como en la mística los carismas y las gracias especiales. ¡Que nada se interponga -si es posible- entre el lector y la obra!

Primer conocimiento de la obra poética: el del lector, Dámaso Alonso.

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Sobre el Autor

Julio

La idea de este blog nació de la pasión por escribir y compartir con otros mis ideas. Me interesa la escritura creativa y la literatura en general, pero también la web 2.0, la educación, la sexualidad... Mi intención, en definitiva, es dar rienda suelta a mis pasiones y conocer las de otros; las tuyas. ¡Un saludo!

4 Comentarios

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  • Totalmente de acuerdo. Siempre me pareció ridículo afán y pendatesco propósito el escrutinio perverso y el análisis cartesiano de lo artístico. Realmente el escritor es artista, no intelectual, y su valoración no es plenamente ponderable mediante tablas ni registros porque su mérito estriba en su impacto mixto emocional – racional en el lector. Incluso te diría que yo que, como escritor, humildísimo, pero escritor, procuro no aprender nada de técnicas ni sabiondeces porque tengo la creencia de que contaminaría mi lado expóntáneo si dejo que el pesado y lento cerebro gane la partida a la intuición.
    Y digo esto sabiendo que tú eres filólogo; lo siento, el secreto del arte estriba más en los sueños que en los manuales rigurosos.

  • Bueno, cómo aprovecha el personal para dar «caña» a los críticos. Veamos: esto lo escribió Dámaso en un libro que creo que iba de crítica literaria, en concreto de poesía española. Así que es un libro de crítica literaria cuyo prólogo o comienzo va de que cree que la crítica está para una cosa y la lectura para otra, y que no deben coincidir. Pero la crítica es buena. Él era también crítico de literatura española, y poeta. Cada cosa tiene su función, jaja. Y le mete caña a los filólogos, está bien, hay de todo, como en botica, buenos y malos filólogos, buenos y malos médicos, fontaneros, taxistas, peluqueros, etc. Un abrazo. 😀

    P.d.: viene a decir un poco lo que dice Harold Bloom: hay que leer sin prejuicios en la cabeza. Eso está bien, lo comparto, porque si no es imposible. Viene un lector y me dice: no me gusta tu estilo, y me tengo que joder, porque es lo que hay. Viene un crítico y me dice: no me gusta cómo escribes, y entonces le diría lo que dijo Wilde: cuando los críticos (está el que la valorará y el que la despreciará) están divididos sobre tu obra, el artista ha acertado de lleno. Más abrazos. 😀

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