El escritor y el miedo a la crítica literaria
El escritor comprometido conoce esta sensación: el miedo a la crítica de la producción propia. No tanto a la crítica por sí misma, sino a que esa crítica descubra aspectos del texto que él mismo no había visto. ¿Cómo es posible, se dirá entonces, que no me diera cuenta de estos defectos -ya sean formales o de contenido-?
Con la próxima aparición de mi libro de relatos A través del espejo es evidente que me han venido estas ideas catastrofistas a la cabeza. El juicio ajeno que divido entre: el de los críticos y el de los lectores. Si dijera que solo me preocupa el de los lectores mentiría, pero en porcentaje los situaría muy por encima: ochenta por ciento para los lectores, veinte por ciento para los críticos. Sobre todo, porque las reseñas críticas, favorables o contrarias, hay que tomarlas como lo que son: un breve análisis desde el gusto, la pasión por la labor crítica y el conocimiento del crítico. Y uno no puede estar compartiendo la mesa del crítico mientras la escribe para saber qué lee, qué formación tiene y sus gustos.
Yo mismo tengo esa dualidad: por un lado, mi producción creativa; por otro, mi análisis crítico, que uso en mi obra pero de una manera diferente a la que le puedo aplicar a mis lecturas. No es lo mismo revisar un relato que dar mi juicio sobre El paraíso perdido de Milton (del que adoro su visión del diablo, maravillosa, de tal forma que se apodera de la obra por encima del resto… una composición dura de leer, por otra parte, porque vivimos en una época donde se consume, sobre todo, novela de fácil digestión). Me gusta mucho, sobre este asunto de la crítica, la postura de Vizinczey, que tengo por un ensayista lúcido, cuando dice, en Diez consejos para escritores y en El poder de la crítica (este último merece ser leído con atención, si eres un escritor que, como yo, comienza a publicar):
Si posees una buena colección de obras de grandes escritores y no dejas de releerlos, tienes acceso a más secretos de la literatura que todos los farsantes de la cultura que marcan el tono en las grandes ciudades. No hay que perder el tiempo preocupándose por lo que está de moda, el tema idóneo, el estilo idóneo o qué clase de cosas ganan los premios. Cualquier persona que ha tenido éxito en la literatura lo ha conseguido en sus propios términos.
Diez consejos para escritores.
Heinrich von Kleist, uno de los mejores escritores que jamás hayan existido, se suicidó en 1881 porque no podía ganarse la vida con sus obras maestras. Siempre envió sus libros a Goethe, a quien se consideraba no sólo un gran poeta, sino un genio universal, el más profundo de los jueces de arte y literatura. Un sólo párrafo aprobatorio firmado por Goethe le habría ganado a Kleist la atención de lectores cultos en toda Europa y hubiera podido continuar escribiendo hasta una floreciente ancianidad. Desgraciadamente, Goethe aborrecía el genio de Kleist, más osado que el suyo, y acerca de él sólo hizo malignos comentarios, de forma que los alemanes cultos pensaban que no se perdían nada leyendo a Kleist. A la edad de treinta y cuatro años, gozando de perfecta salud y en la cumbre de su poder creador, pero empobrecido, desconocido y humillado, quemó la única copia de su única novela y se disparó un tiro. Cuando surge el tema de la crítica literaria siempre pienso en el cadáver del joven Kleist.
El poder de la crítica.
Por ejemplo, no es inhabitual que en los libros sobre «aprenda a escribir una novela» encontremos notas acerca de lo erróneo de introducir párrafos de inicio hablando del tiempo y el paisaje. Para no verse cogido, los autores de estos libros no se olvidan de apuntar que, por supuesto, solo un genio de la literatura puede hacerlo y que resulte efectivo -cosa que tú no eres, puesto que por eso mismo me compras el libro, parecen decirte-. Obviando esta patética justificación, que me recuerda a las novelas de los clásicos en las que introducían una página de disculpa por si la obra no era del gusto del lector -como hace El Quijote, si no me falla la memoria-, acudo a mi librería.
En El mar, el mar, Iris Murdoch inicia con este párrafo la novela: «El mar, que se extiende ante mí mientras escribo, más que destellar, resplandece bajo el suave sol de mayo. Con el cambio de marea, se recuesta calladamente…» Cojo otro libro, El rumor del oleaje, de Mishima; al inicio del Capítulo 3, aunque en casi todos aparecen descripciones sobre el tiempo: «Habían transcurrido cuatro o cinco días, y el viento soplaba con fuerza. Las olas altas rompían contra el malecón del puerto de Utajima y lo cubrían. El mar se mostraba agitado…». Me levanto y cojo otro libro; Boris Vian, en el relato El amor es ciego: «El cinco de agosto, a las ocho, la calina cubría la ciudad. Liviana, en absoluto estorbaba la respiración y se presentaba bajo apariencia singularmente opaca. Parecía, por otra parte, teñida de azul…». A ver este… Manhattan Transfer de Dos Passos: «Las olas verdes espumajean bajo la redonda proa del ferry que, arrastrado por la marea, hiende el agua…». Breve, pero ahí está. A ver, cojo otro libro, La muerte en Venecia, de Thomas Mann… Hala, segundo párrafo de la primera página de la novela: «Principiaba el mes de mayo, y, tras varias semanas húmedas y frías, había llegado un tiempo falsamente estival. Aunque vestido sólo de hojas tiernas, el Jardín Inglés olía a moho como en agosto y se hallaba…». Podría seguir con unos cuantos más.
Irremediablemente, toda obra queda expuesta y forma parte de la maquinaria de la publicación. Pensando en esta colección de relatos, me he planteado eliminar los relatos que tengo publicados en el blog, que suelen ser motivados por el simple hecho de querer alimentar el blog con alguna idea que me ronda en ese preciso instante. Hay alguno que otro que me podría sacar del blog para, aplicándole una corrección como Dios manda, unir a otra colección futura. Así que los dejo: algo queda como muestra representativa de mi estilo y tal vez de mis temáticas: el estilo está en el hombre antes que el hombre en el estilo, decía Unamuno.
Volviendo al miedo del escritor sobre las críticas a su obra -habrá quien no le preocupe en absoluto; habría que preguntarse si es por ego o por un estado zen natural a su personalidad o de preocuparse por lo que realmente tiene importancia, que es escribir-, está bien que hayan críticos de literatura, y de arte en general. Pero estaría aún mejor que, en Canarias, hubiera una revista con periodicidad al menos bimensual donde se abordaran críticas constructivas y libres sobre nuestra producción literaria y, por qué no, la universal, de libre distribución en librerías de Canarias -¿existe?-. Sería de gran ayuda para el público insular, tanto a nivel pedagógico -que para mí es una de las funciones del crítico- como para que tengan una visión complementaria -y no de autoridad- de lo que pueden leer o acaban de leer.
Mientras llega esa revista, en la que me encantaría participar, me mantengo en la idea de que toda primera obra publicada es un proyecto que avanza hacia otro estadio. Eso deseo con mi narrativa. Avanzar. Leyendo a los mejores.
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La crítica literaria puede decidir muchas cosas sobre una obra, pero no escribes para satisfacer a los críticos. Creo que hagas lo que hagas una palabra negativa de un crítico te va a doler más que cientos de palabras positivas de los lectores. Sin embargo las de los lectores serán las más sinceras.
Salu2
Pues por supuesto que sí: no se escribe ni para satisfacer a los críticos ni al público en general. Depende también del crítico: si no suelo estar de acuerdo con sus críticas, si me hace una le daré menos valor, ya sea positiva o negativa. Es raro ver críticas del todo negativas o positivas, siempre se aporta algo. Un abrazo. 😀
¡Qué cabrón el Goethe! Se me quitan las ganas de leerle…Me ha encantado el párrafo en el que relacionas los libros como ejemplo de los párrafos de tiempo y de pasaje. Salvando las distancias esos libros de autoayuda a los aspirantes a ser escritores comerciales son esos artículos que amí me decían que debía leer para tener un blog popular…
Yo creo que hay tres tipos de críticos: los frustrados, los pagados por las editoriales, radios, discogáficas, etc… y los buenos que a pesar de hacer una crítica negativa de una obra sacan determinados aspectos buenos de la citada obra. Tú tranqui, seguro que toda va bien y si no, empieza a prepararte. Besos