En época de crisis superabundancia de cerdos
Cuando hablen de nosotros, dentro de cien años, nos mirarán con la misma lástima con la que nosotros miramos otras épocas históricas, de esas en las que suspiramos y decimos: ¡menos mal que no nací en aquel entonces! Sin embargo, una particularidad de esta época, donde nos creemos tan avanzados tecnológicamente y con mayor nivel de preparación intelectual, al menos en teoría, es que no se vislumbra una revolución que produzca el cambio. ¿Qué cambio? El cambio del actual modelo social, económico y político, por supuesto.
En estos momentos, además, el lujo aparta a codazos a la cultura. ¿Por qué? En España no solo porque se gravan los impuestos culturales sino porque las corporaciones se desprenden de sus otrora boyantes negocios culturales para dar más espacio a la venta de cochazos, estancias en villas privadas de cinco estrellas, fiestas de botellas de cava con diamantes y oro laminado. Los ricos, claro, son más ricos ahora que las clases medias, que son más pobres, y los pobres, más pobres aún si cabe. El límite de pobreza está en la mendicidad y pronto sabremos algo sobre esto. ¿Ahondarán los telediarios en escenas grotescas o, por miedo a una ataque de pánico social, lo evitarán? Debería hablarse más de los nuevos pobres y no tanto de los nuevos ricos como tema de conversación en los bares -sin menospreciar otros como el fútbol y lo buena que está la mujer de no se quién-. Pero, ¿nos extraña que la cultura pase de puntillas? No; he ahí el viejo adagio de «un pueblo inculto es un pueblo controlado».
Y no es un tiempo exclusivamente para ricos, sino para un entorno de ricos. Conocer gentes con poder y acceso al poder, amistades, conocidos, de tal forma que las penurias son menores. En España, e intuyo que en otros países latinos, los ricos se protegen a sí mismos creando círculos de acceso difícil. Una boda, un noviazgo o una amistad puede salvar a más de uno de hundirse en la pobreza, y al contrario: de pasar de la misma a elevar su estado social. Sus amistades son otras, las cultivan, los favores son a cambio de otros, y todos son amigos que se reconocen de los mismos clubes sociales y otros lugares de ocio. Es ahí, en el ocio, donde se encuentran los ricos, en esos ambientes exclusivos.
A algunos de los que no son ricos esta gente les da asco, pero no un asco de envidia, sino un asco por el sistema de valores que tienen. Sí, ellos se defienden en un principio, y dicen que culpa no tienen, que sangran y lloran como todos los demás. Pero siguen custodiando su lugar de élite y, habiendo asientos libres, no los comparten. Da igual; al calor del debate ellos mismos nadan en su propia mezquindad y ya se sabe que cuando un cerdo está acostumbrado a oler su estiércol le parece un olor de lo más habitual. Siempre les quedará el recurso fácil: sacar la lista de tarjetas de crédito, decir que el dinero no es lo más importante para ellos y verlos hablando de los demás en términos de cuánto dinero ganan o tienen. No les pidamos más: ya es bastante mérito para un cerdo que sepa hablar.
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Querido Julio: hoy precisamente hoy mis vivencias no pueden ejemplificar mejor tu entrada.
Son asquerosos, miserables, los ves ahí con sus «buenos modales», con su falsa modestia, su actitud condescendiente, los veo miserables, al ver cómo son, como tejen a poquitos todo el entramado que les lleva al punto donde los cabos se atan y consiguen su ansiado tesoro y yo allí, siendo testigo de su mezquindad, ellos haciendo cosas que los pobres muertos de hambre que somos nosotros no hacemos por principios, diciendo cosas ofensivas pensando que están siendo amables con nosotros y mientras nosotros miramos ellos creen que lo hacemos porque les idolatramos…me pregunto qué sentirían si supiesen lo que relamente pensamos de ellos…
Un beso.
¡Hola Lucía! Bueno, la parte en la que creen que los idolatramos, sí, hay gente así, si alguna vez estoy podrido en pasta, que no creo, ya te diré si se contagia o qué, jajaja, porque yo me quiero mucho, pero de ahí a pensar que si fuera rico un trabajador de mi empresa me adora, vamos, eso de autoengañarme a esos niveles, no creo, jajaja. Comparto el 200% de tu comentario, ¡¡un bico grande!! 😀
Es tentador ser un cerdo cuando la otra opción es, discúlpame, ser una mierda.
Incluso algunos dicen a los críticos recién despedidos (por ejemplo):
«hijos de papa»…»componendas tabernarias de egos frustrados».(Vilardell. EL MUNDO pg. S3. 19 OCTubre -Sevilla-)
Sinceramente es una pena que el señor Vilardell , por poner un ejemplo reciente aunque hay muchos más, tenga cierta razón. Pero….
¿Cual es el poder del ego de un hombre que permanece en una institución para servirse de ella, mientras despide a gente ‘inferior’?
El ego es infinito (lo siento).
Y ese es el problema de base, querido Julio, en todos los homínidos. Da igual el color de la ideología, o el conocimiento, o la religión. Eso no importa. No importa nada de eso. La humildad ha muerto (si existió alguna vez).
Incluso ha muerto el concepto: servicio.
O eres un cerdo que nada en la abundancia.
O eres un pobre próximo a las heces más apestosas.
Entre medias han desparecido las alternativas.
Es triste que socialmente no hayamos evolucionado mucho (o nada). Y al decir ‘socialmente’ me refiero en la práctica de la JUSTICIA SOCIAL.
¿Qué no hay nóminas para mantenerla?
Pues ya sabemos de donde venía la JUSTICIA social que teníamos antes.
Este mundo es hipócrita. Lleva siéndolo muchos años, y así nos va.
Un abrazo.
Amén, Alberto. 😀