5 aspectos negativos de la universidad
No hay duda de que la universidad genera polémica, y más en estos tiempos de aguda crisis económica en este país. Sin embargo, no suelo encontrar críticas sobre la universidad, que pareciera tener un aura de credibilidad a prueba de bomba y de la que solo se habla en sentido positivo. Es cierto que es un sagrado templo de conocimiento, pero no es el único centro de conocimiento. El conocimiento es universal y está la alcance de todos.
Voy a intentar sintetizar en 5 aspectos negativos no solo mi experiencia, sino tratar de aunar otras opiniones que he ido recopilando a lo largo de mi vida universitaria y que, no entiendo el motivo, no encuentro debates en la red -lo que no implica que no los haya o que no conozca los foros de debate adecuados-. A saber qué opinará de esto el amigo Wert, ese ministro cuyo gran éxito es haber conseguido un profundo consenso sobre su tarea ministerial.
1) La universidad no es la máxima aspiración de las personas. Aunque la universidad desee parecerlo y sus ofertas educativas -carreras, postgrados, etc.- regulen la adquisición del conocimiento a gran escala, lo que que han consegudo es transformarse en lobbys del conocimiento: no son el súmmum. Es una opción más para consolidar nuestra formación. El problema aparece cuando los gobiernos establecen que la educación debe estar en manos de las universidades. En España, por ejemplo, tienen el derecho a la prueba de acceso a la universidad, PAU, -cuando ya un alumno ha cumplido con la ESO y el Bachillerato, ¿para qué requiere otra nueva prueba? ¿Acaso el Bachillerato en España no es apto? ¿Y si no lo es, por qué no se mejora?-. Ken Robinson explica mucho mejor que yo este dominio del sistema educativo por parte de las universidades en todo el mundo.
2) Las universidades se hacen para ganar dinero, públicas o privadas. Se han transformado en grandes empresas y sus investigaciones y desarrollos parten de proyectos patrocinados por el capital privado, que paga para buscar soluciones a sus incidencias empresariales. No se dejen engañar: de refilón, son un avance para la humanidad -alguna de estas investigaciones-, pero no son el objetivo. Aunque ahora se rasguen las vestiduras en España porque los alumnos no puedan obtener beca y abandonen sus estudios, no se confundan: a las universidades les importa un pimiento si cuarenta alumnos no pueden seguir estudiando porque los pueden reemplazar con otros 40 que se han quedado fuera, pero cuando hablamos de miles, la cuantía de dinero que deja de ingresar es significativa. Dirán que una universidad genera muchos gastos y no lo negaré -aunque desconozco cómo se gestiona una universidad y si estas padecen de gigantismo y han querido crecer desmesuradamente o poseen problemas de liquidez-, pero también diremos que entre los trámites administrativos, el pago de créditos, el precio desorbitado de los másteres, etc., y el incremento, salvo parece este año, de las matrículas, más las penalizaciones por repetir asignatura, se han hecho de puro oro. Repito, de puro oro. El Máster del Profesorado que hice en la ULPGC cuesta alrededor de 1600€; el precio del título, 218€. Esto no incluye desplazamientos, etc. que se realizan en un máster presencial, periodo de prácticas en un centro donde se está una media de 5 horas diarias -comida, desplazamiento, gasto en material que necesites para tus clases, etc.-. Lo que se dice barato… un título obligatorio para poder optar a las oposiciones o dar clases en un colegio privado. Tremendo negocio. Si, además, piden una prueba de inglés B1 y no lo tienes, ellos te la hacen por unos 75€. Total, el máster al que te obliga el estado para dar clases y teóricamente te forma como docente en ciertos aspectos, 2000€. Sí, yo también me quedé con la boca abierta cuando lo pagué, ya puede usted cerrarla y seguir leyendo.
3) Un porcentaje del profesorado de tu universidad es más incompetente que tú y tiene menos habilidades, talento y capacidades. Algunos se preocuparán de que no lo sepas y otros intentarán restarle valor a tus méritos, pero es una cuestión de puro sentido común. Tienen que hacer valer su puesto y, al mismo tiempo, que parezca prácticamente imposible de lograr. No te preocupes, eres tan válido como ellos y, una vez inserto en la vida universitaria, te darás cuenta de los intereses creados entre parte del profesorado para que sus amigos y conveniencias consigan una plaza de profesor. Esa máxima de que las personas que tienen talento consiguen sus objetivos es cierta cuando miramos la estadística: son las que tienen un talento descomunal. El resto del talento se pierde irremediablemente por el camino y va dando tumbos hasta encontrar, a veces, su camino.
4) La universidad ha fagocitado el sistema educativo y lo dirige: todo apunta hacia la universidad. Es una pirámide en la que la universidad consigue una autonomía que, al mismo tiempo, no le negamos. ¿No les parece curioso que todo el sistema apunte hacia ellas? Hemos visto cómo en EEUU un grupo de estudiantes ha demandado a ciertas universidades por prometer un trabajo siguiendo ciertos programas -no recuerdo si másteres o qué-. Ser doctor en esto y lo otro está muy bien, pero el objetivo de la vida no acaba en ser profesor universitario. ¿O sí? Esto nos lleva a otro mal endémico: las universidades alientan la competitividad como instrumento para llegar a los cargos más importantes dentro de su sistema. La competitividad con uno mismo, el esfuerzo, es sano, pero la competitividad desmesurada con los demás no nos conduce a la felicidad sino al despropósito.
5) La organización siempre funciona peor de lo que parece, y en algunos lugares tiende a explotar. Siempre encontraremos no solo profesorado involucrado en esa organización que lo disculpa, lo promueve y hasta trabaja para solucionarlo, sino, aún peor: siempre encontraremos compañeros que estarán de acuerdo con esa desorganización o que, para estar a bien con el sistema, se guardarán de ser críticos con el mismo y en pleno debate crítico con profesorado disientan del mal que, en privado, confiesan padecer. ¿Las delegaciones de alumnos hacen algo? ¿Son un ente?
¿Y tú, crees que estas experiencias acumuladas y compartidas por amigos que han cursado estudios en universidades, también fuera de España, son exageradas o matizables? ¡Me encantaría escuchar tu opinión al respecto! Me pregunto por qué es tan difícil encontrar críticas sobre las universidades fuera del ámbito de los estudiantes que la cursan.
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