Venecia y la magia: Thomas Mann
He releído el tomo que contiene las dos maravillosas historias de Thomas Mann La muerte en Venecia y Mario y el mago. ¿Cuántas historias nos dejan esa conciencia de encontrarnos ante algo que nos produce extrañeza, empatía? Ambas, a su modo, lo consiguen.
En la maravillosa La muerte en Venecia, a la que sitúo por calidad estética por encima de Los Buddenbrook, Aschembach mantiene una lucha: se niega a perder la concepción de clasicismo como un canon artístico universal. Es conocido que la novela está basada en negaciones y degradaciones de mitos establecidos. Deseo, muerte y juventud planean sobre la novela como pilares centrales de la historia.
Antes, durante y después de 1912, poco antes de estallar la Primera Guerra Mundial, Alemania pasaba por una época conflictiva y agresiva. No es de extrañar que la sociedad de ese entonces buscara la redención en la época clásica, viajando hacia el sur, a Italia. Satiriza, entonces, la búsqueda de los ideales clásicos y, además, expone una fuerte crítica a la sociedad decadente de su época, carente de valores y de humanidad. Pero, si critica tanto a la sociedad presente como a la anterior, censurando a una por mercantil y utilitaria y a la otra por obsoleta y añeja, ¿qué esperanzas quedan para la humanidad? Mann lo resuelve con una frase rotunda en la novela: «El arte es una esperanza».
El tratamiento de la muerte es otro de los pilares de la historia. Aschenbach llega a Venecia persiguiendo la belleza idealizada, encontrando una ciudad enferma y decadente. Tadzio, un adolescente de 14 años, bello, joven y aparentemente perfecto, lo encanta por su extrema belleza. Pero Tadzio tiene un pequeño defecto: es tan débil y enfermizo que Aschenbach asegura que “no llegará a viejo”. La belleza, por tanto, es efímera. Pero también encontramos el trasunto de la muerte -Aschenbach pasa por una vejez «delicada»- en la búsqueda de ese pasado, ya muerto, y por tanto inservible. Aschenbach protagoniza un pretexto fantástico para Mann de explicar el contexto de su época con una historia que, aún con su comienzo algo barroco, nos muestra un estado de genialidad y plenitud del escritor alemán.
Mario y el mago, si me apuran, es más intimista. El mago, malvado hipnotizador, sugestiona a Mario en su actuación y a todos en general. El mago, así, se convierte en un paradigma del malvado, el tirano, que aún con todo es capaz de subyugar a su auditorio -¿Hitler?-. Cipola -el mago- encarna el misterio de las fuerzas ocultas en el hombre, mostrándolo como un ser deforme tanto en su interior como en su exterior. Un relato de la Italia fascista, enérgico y preciso, con una pretensión final, si se quiere, menor que La muerte en Venecia, pero dotada de ese encanto de los cuentos inmortales de Chéjov o Quiroga. Una preciosa metáfora sobre la libertad y la fuerza de la voluntad.
En definitiva, dos muestras del quizás último gran escritor en lengua alemana. Una nota curiosa: en las listas sobre las mejores novelas de la historia, Los Buddenbrook suele estar situada entre las 100 mejores, por lo general en los puestos más bajos. No entiendo cómo pueden preferirla a La montaña Mágica o La muerte en Venecia, dos historias superiores estéticamente y como demostración de grandeza literaria. Por más que Los Buddenbrook sea un retrato acertado de la burguesía alemana, creo que es una obra maravillosa pero por debajo de las anteriores, así como Othelo y Noche de Reyes son obras maestras pero están por debajo de Hamlet y El rey Lear.
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