¿No te ayuda la Autoayuda?
Antes de hablar de mi opinión de la autoayuda, que me parece una mcdonalización de la psicología, que me merece todo el respeto -incluso la gestáltica, aunque no la comparta-, me gustaría definir el momento histórico actual a grandes rasgos. Contado, por supuesto, no desde el punto de vista de un profesional de la psicología, la autoayuda, el coaching -por cierto, ¿no hay traducción en español para esta palabra?-, etc., sino desde el del receptor de esa autoayuda, es decir, del consumidor final.
La posmodernidad, a menudo, se define como una reacción al modernismo. Uno de sus grandes problemas es la confluencia de varias corrientes. Así, suele decirse que en la posmodernidad existe, sobre todo, una apuesta por lo multicultural y por la integración de corrientes, de tal forma que se accede a un valor indefinido: «todo» es admisible en esa nueva modernidad contemporánea.
Así, el hombre posmoderno no se define por nada en particular. Ésta es la era en donde todo se vale, y de ahí que todo sea relativo: véase la literatura. Un autor -Murakami- escoge –After Dark– un intervalo horario y desarrolla una trama. Historias sueltas, inconexas, unidas por una idea temporal pero que, entre ellas, no existe una conexión que subyace en el texto y que una las historias. ¿Adónde fue el clásico «presentación, nudo y desenlace»? En la posmodernidad podemos recurrir a esto o no y, como otra característica de esta época, no tenemos que justificarlo. ¿Curioso, no?
Características de la condición postmodernista |
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Aceptación del desorden y el caos | Reconocimiento cultural de que más que el orden, la crisis y el desequilibrio son los dos estados comunes de existencia y por lo tanto se aprecia y acepta esta condición. |
Descentramiento del sujeto | Remoción del ser humano de la importancia central que el hombre (él-ella) tiene en la cultura moderna. |
Énfasis en la forma y el estilo | Creciente influencia de la forma y el estilo para determinar el significado y la vida en contraposición al contenido. |
Fragmentación | Omnipresencia de momentos y experiencias disjuntas y desconectadas. Creciente aceptación de un dinamismo que conduce a la fragmentación de los mercados. |
Hiper realidad | Constitución de una realidad social a través de la simulación que es poderosamente significada y representada. |
Pérdida de voluntad de propósitos | Crecimiento de una falta cultural de deseo o ambición para emprender o alcanzar ideas, proyectos o grandes diseños. |
Presente perpetuo | Propensión cultural a experimentar todo incluyendo lo pasado y lo futuro) en el presente, “Aquí y ahora” |
Reversión de consumismo y la producción | Reconocimiento cultural de que el valor es creado por el consumismo (mercado) y no por la producción (como lo acepta el modernismo). |
Tolerancia y apertura | Aceptación de las diferencias (en estilos y forma de vida) sin prejuicios o evaluaciones de superioridad o inferioridad. |
Yuxtaposición paradójica | Propensión cultural a yuxtaponer todo con lo que sea, incluyendo lo opuesto, lo contradictorio y esencialmente elementos no relacionados. |
Fuente del cuadro: Firat y Schultz (1997, citados en Patterson, 1998).
El postmodernismo se comprende más fácilmente interpretándolo como una condición identificada por ciertas características que se expresan o se resumen en la contraposición de las particularidades que identifican al modernismo -Cendrós (2003:25)-, tales como:
Cuadro 2 Modernismo vs. postmodernismo |
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Certeza |
Incertidumbre |
Consenso |
Pluralidad |
Contemplación |
Participación |
Control |
Caos |
Deducción |
Intuición |
Futuro |
Hoy |
Homogeneidad |
Heterogeneidad |
Jerarquía |
Igualdad |
Orden |
Desorden |
Regulación |
Permisividad |
Verticalidad |
Horizontalidad |
Esta lista de características contrapuestas conforma, entre otras, la identidad de la condición posmodernista que infiere en un modo de pensar divergente de lo que hasta el presente se identifica con la modernidad.
Otro aspecto del que doy apenas un boceto, antes de introducirme en la autoayuda, es la sociedad que apreciamos al asomar la cabeza por la ventana, a simple vista -mejor explicado en el cuadro precedente-. El capitalismo siempre estuvo ahí, sólo que, ahora, es más salvaje. Pero la tecnología ha ocupado un lugar fundamental, no sólo por la transformación de la sociedad en múltiples aspectos -sustitución de máquinas sofisticadas por hombres para el trabajo, mejoras en la vida común y, en mayor medida, producir nuevos o mejorados bienes de consumo para hacer girar la rueda de la economía-, sino, también, como sustituta del contacto físico en beneficio del virtual. La tecnología ha producido un sistema de comunicación ajena a nuestro sentido de la existencia como seres orgánicos. Podría decirse que la tecnología es una herramienta y no hay que demonizarla por sí misma, sino saber usarla. En esto estoy de acuerdo: pero no podemos, con este razonamiento, deshacer la evidencia.
Mientras que en la década de los sesenta y setenta se produjeron movimientos sociales revolucionarios, a su modo, que pretendían reencontrar, bien como anti-sistemas (el punk) o bien como alternativa ética y moral de la contracultura (el movimiento hippie), con la New Age y otras corrientes alternativas, la sensación de vacío social y de pérdida de valores emocionales -las relaciones personales, la búsqueda de objetivos vitales, arrojados con fe sobre el capitalismo, que decepcionó porque es un sistema exclusivamente económico-, en las décadas sucesivas ha habido un vacío de alternativas.
El hombre se encuentra cada vez más aislado, encerrado en el movimiento capitalista -que, al ser un sistema de búsqueda de rentabilidad y competitividad, no puede asumir otras consideraciones vitales, ya sean filosóficas o morales-, se aferra a las alternativas.
En las sociedades, por decirlo a grosso modo, se buscan las píldoras que puedan aliviar las frustraciones, el vacío emocional -sensación de soledad, etc.- que no llena la compra de unos pantalones o la rutina de la cesta de la compra.
Y es justo ahí donde la autoayuda, en su expresión de consumo que son los libros, quisiera ser la panacea. Hay un amplio abanico de personas que sienten que la solución a sus problemas está en su «interior», que necesitan «trabajar» su personalidad y que si no han conseguido determinados éxitos, es porque son, básicamente, «torpes emocionales».
Nada más fácil que ahondar en la imperfección propia para establecer un sistema «factible y serio» para autoanalizar nuestra conducta frente al patrón de ideal que nos establece el autor del mismo. Porque, entre otras consideraciones menores, ¡prácticamente cada año aparece un nuevo boom de la autoayuda, un nuevo pope que desmenuza una «terapia» más nueva, más atractiva, con menos esfuerzo y, además, más efectiva!
Me parece agotador, una pérdida de energía considerable, el «trabajo» personal que requieren seguir las metodologías de este tipo de manuales sobre «mejórese a sí mismo» o «el poder creativo de la autopersuasión».
Libros como El secreto -porque si ve uno el documental, es hollywoodiense a más no poder, sólo le falta ser dirigido por James Cameron-, ¿Dónde está mi queso?, etc., se basan en ideas generales sobre la vida que siempre han estado ahí, y sobre asertos psicológicos propios de la profesión. En El secreto, encontramos -la idea no es nueva- la famosa Ley de la atracción, que no encontrará en ningún ensayo de Newton o de Stephen Hawking. Su idea básica es: desee usted algo con mucha fuerza -como cuando hace de vientre-, y tendrá más posibilidades de conseguirlo.
Esto es: ¿estoy defraudado porque no consigo una cátedra en la Universidad? Pues deseándolo mucho, apuntándome en clases, haciendo másters, investigando y peloteando a tiempo parcial al establishment universitario, podría lograrlo.
El asunto es que este deseo es innato si realmente es lo que me gustaría hacer, y si yo deseo ser un buen escritor y publicar no bastará conque lo desee mucho. ¡El talento tendrá algo que decir!
Pero que la autora de este libro diga que superó un cáncer por seguir esta «terapia», ¿les suena a nuevo? ¡A que no! Hay mucha gente que supera esta y otras contrariedades o vicisitudes de la vida gracias también a su fe… en sí mismos. O a la curación espontánea, a no decaer en su lucha, etc. Es hasta grotesco usar esta idea en la propaganda del libro.
Lo que es la autoayuda es un suculento negocio para las editoriales. Claro que existirán personas que encuentren una mejora en sus vidas siguiendo estos manuales. ¡Y también si decidieran convertirse en seminaristas o en monjas de clausura! Ahí también encontrarían una guía de pasos a dar con respecto a sus «carencias».
¿Mi recomendación? Deje de hacer multimillonario a otros con modelos impactantes sobre su comportamiento, y no permita que le digan los problemas o carencias emocionales que usted puede tener. Si usted se encuentra mal emocionalmente, se encuentra «perdido», etc., acuda a un profesional, esto es, un psicólogo, o en su defecto un psiquiatra, que son muy buenos y además, hasta donde yo sé, no aplican terapias basadas en libros de autoayuda.
Y si una amistad le recomienda alguno de Bucay o Cohelo, desconfíe: en vez de esto, léase Las mil y una noches, el Decamerón de Bocaccio o los Cuentos orientales de Marguerite Yourcenar. Encontrará las mismas moralejas, historias similares pero con la contrapartida de estar escritas con una prosa y un misticismo en el que los otros autores palidecen. Para mi gusto, se quedan a medio camino en la autoayuda, y a menos de medio en la literatura.
Me temo, además, que hay un perfil definido en este tipo de libros. Cuando trabajé en la Biblioteca Pública de mi ciudad, durante tres años, constaté que más del 90% de las usuarias -ni un sólo hombre sacó jamás, en mi turno, este tipo de manuales- eran mujeres de más de 40 años. Y luego, aparecía alguna treintañera, que, invariablemente, sacaba en préstamo libros sobre cómo solucionar su vida sentimental.
Y en esto no hay ironía: creo que se podría demostrar claramente sacando un listado de estos libros y viendo qué usuarios -y su edad- son los que sacan este tipo de manuales.
Como todo, la autoayuda tiene un espectro de población, una «presa fácil» para las editoriales, mostrando una guía -¿no decía Bucay en El camino de la autodependencia que no había que buscar «bastones»? Pues su autoayuda lo ES; sus libros deberían denominarse metaautoayuda -donde encontrar una catarsis- porque esto no lo decide un psicólogo: esto lo decide el propio lector, tras hacerse una comparación interesada entre la línea desarrollada por el autor del manual y él mismo, cosa que el escritor sabe perfectamente.
¿Va a comprar autoayuda para regalar, porque un manual está de moda, o va a regalar un clásico? Hágale un favor a esa persona y, si le gusta el chocolate, cómprele bombones, que aumenta las endorfinas y produce más placer. Y, además, sin que esa persona tenga que autoflagelarse para buscar el «ideal» de persona que le dicen que podría llegar a ser si siguiera las pautas del libro.
¿Hay cosas más perversas? Medítelo.
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Muy bueno el análisis y muy equilibrado. La verdad es que estoy básicamente de acuerdo. Sólo me gusta dejar un margen de «beneficio de la duda» a algunas obras, que aunque clasificados de autoayuda son realmente buenas. A veces un libro de autoayuda es el paso anterior a asistir a un profesional o ir a un curso.
.-= Último artículo del blog de Mertxe… El Dr. House y la autoayuda =-.
¡Hola Mertxe! Pues gracias por tu comentario, en primer lugar, y viniendo de una profesional del «coaching» como tú doble alegría. En cuanto al equilibrio, sí, procuré ser lo más objetivo posible y lo más sincero conmigo mismo sobre el asunto.
También comparto que puede haber determinados libros. A mí me parece que Inteligencia Emocional, de Goleman, es de esos libros que, si no has leído nunca, marcan. Sobre todo porque me indicó un camino. Imagino que habrá mejoras de su propuesta actualmente. En fin, si un día en un artículo de tu blog indicas una pequeña lista de libros que recomiendas por algún u otro motivo, ahí estaré para echar un vistazo.
¡Un saludo desde Canarias! 😀
No solo hay que luchar contra la autoayuda tambien hay que luchar contra los llamados profesionales de la ayuda. especialmente dañiño me parece el de los trabajadores sociales empeñados en fabricar personas adaptables y sumisas a la barbarie capitalista. Julia Varela y Fernando Alvarez Uria se han dedicado a explicar como la psicologización de la sociedad tiene por función enmascarar la lucha de clases. Amos autores se basan a su vez en los textos de Robert Castell.
¡Hola Ignacio! Gracias por el comentario.
Lo de los profesionales de la ayuda no lo había meditado. Buena puntualización.
Voy a mirar eso en la red a ver si encuentro algo sobre esos autores que comentas. Lo de enmascarar la lucha de clases tiene sentido, y lo de la psicologización de la sociedad me intriga.
Yo sí tengo conciencia de clase. Creo que no interesa que que los demás la tengan; muchas de mis amistades no son conscientes de nada de esto.
En fin, un comentario que me ha despertado la curiosidad y no veas cómo ¡Gracias por dejarlo! 😀
Repsetable la opinión, pero creo que si existen libros de autoayuda buenisimos, que si bien no proporcionan un ser nuevo, si pueden indicar un camino y ser el principio para buscar ayuda profesional. Los libros de autoayuda son buenos sobre todo para personas que como yo no tenemos las posibilidades economicas para pagar los honorarios que cobran los «profesionales de la ayuda».
Pues yo también respeto tu opinión porque hay libros de los que yo también he extraído su lado positivo. Aunque mi opinión es que en general ponen un patrón inalcanzable y eso siempre genera que uno nunca complete su «equilibrio personal», lo cierto es que se pueden obtener consejos útiles. Si hay algo en esta vida que voy aprendiendo, aunque a veces se me olvida, es que los «sís» o los «noes» absolutos no existen. Me gusta que pienses diferente y además está muy bien argumentado. Creo que pueden existir dos o más opiniones contrarias y cada una con su razón. ¡Buena semana! 😀