Periodismo revolucionario: mentiras públicas, verdades privadas
A Casandra, que siempre anunciaba la verdad, le había escupido el Dios en la boca y por eso nadie podía creerla. La ley antropológica de la objetividad lingüística determina que las mentiras públicas son convincentes mientras que las verdades privadas son increíbles. En los últimos 15 años, la «privatización» de los grandes medios comerciales, con la consiguiente degradación del espacio público, anunciaba un grave peligro, pero abría también la posibilidad de un recambio informativo. Pues bien, las revoluciones árabes, al activar inesperados litigios geoestratégicos, han aumentado sin querer nuestra inseguridad informativa.
Frente al marco público tradicional con su falsa transparencia autolegitimadora, Internet se ha convertido en un contrapoder supersticioso: el óraculo de Delfos emitido desde la entraña del ofidio, un poco enigmático, sí, pero por eso mismo incontrastable e incontestable. Desde la izquierda, la solución no puede ser la de consultar la superstición sino la de reconstruir el espacio público contra los abusos y manipulaciones que lo han erosionado. Siria, una vez más, da la medida de todos los peligros. ¿Hay que elegir entre la propaganda del régimen y la de la oposición? El artículo de Haythem Al-Manna (activista de los DDHH y dirigente de la Coordinadora Nacional por el Cambio Democrático -la oposición de izquierdas a la dictadura siria-) se llama «La verdad, la más honorable creación revolucionaria» y define muy bien lo que debe ser una información alternativa, una información -juguemos con las palabras- nativa de otro sitio, nacida en otra parte: no la que dice lo contrario de lo que dicen Sana o Dunia, o de lo que afirman El País y The New York Times, sino la que se funda en otros valores.Un mentiroso nunca tendrá el menor escrúpulo en utilizar también la verdad; un revolucionario jamás considerará un instrumento de liberación la mentira. Tenemos que aprender a usar esta desventaja en nuestro favor.
Pero más inquietante aún es que los medios que habíamos empezado a construir como condición de toda emancipación acaben en harapos apenas recién nacidos, derribados por la geoestrategia jesuítica, la inseguridad epistemológica y la decadencia inducida del espacio público.
Fuente (fragmentos extraídos de): Efectos colaterales de la revoluciones árabes, Santiago Alba Rico, Le Monde Diplomatique, Julio 2012.
Imagen: www.actnow.com.au/Opinion/A_not_so_free_press.aspx.
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